Domingo XXVIII T.O. ciclo "C": "Levántate, vete; tu fe te ha salvado"

CAMINEO.INFO.-

2 Re 5, 14-17
Salmo 98
2 Tm 2, 8-13
Lc 17, 11-19

Los evangelios nos relatan muchas curaciones realizadas por Jesús, el motor de todas ellas es siempre el mismo: Jesús se compadece delante de la persona que sufre. Compadecerse quiere decir que Jesús hacía suyos los sufrimientos del otro y eso lo llevaba a actuar. Hace falta que nosotros mirando este Jesús que constantemente se está compadeciendo aprendamos a hacer lo mismo.

Vemos en el evangelio como los leprosos claman a Jesús, apelan a su misericordia: “Jesús, maestro, apiádate de nosotros”. Palabras casi idénticas a las que nosotros decimos en el acto penitencial.

¡Qué belleza hay en esta petición! ¡Qué profundo es que la liturgia de la misa haya recogido esta expresión del evangelio hecha por unos leprosos que piden la sanación!

Es muy importante que nosotros hagamos nuestra esta petición, que la asumamos des de lo más profundo de nuestro corazón. De esta manera reconocemos nuestra pequeñez, reconocemos nuestras enfermedades espirituales, reconocemos que el pecado a desfigurado lo que Dios esperaba de nosotros.

También nosotros debemos decir “Jesús, maestro, apiádate de nosotros”... De esta manera nos abrimos a su acción en nuestros corazones.

Por eso los cristianos comenzamos siempre la eucaristía con el acto penitencial. Vale la pena explicar un poco el acto penitencial porque es un momento muy rico con diferentes dimensiones:

. Reconocemos que somos pecadores.
. Cogemos una actitud contraria al pecado.
. los pecados veniales nos son perdonados. Es una cosa realmente admirable.
. Es un acto de reconocimiento de la misericordia de Dios.

¡Qué momento tan rico! De aquí la importància de vivir interiormente cada momento de la misa. Es imposible aburrirse en misa si nuestro interior está atento a aquello que cada momento quiere decir. No es la misma actitud interior la del acto penitencial que la del ofertorio. Tampoco es la misma actitud interior cuando rezamos el padrenuestro que en el momento de comulgar. La misa o se vive desde el interior o no se vive.


Qué bonito seria que al pronunciar les palabras del acto penitencial nuestro tono, nuestra intensidad fuera parecidad a la de los 10 leprosos. “Señor compadécete de nosotros ...”

¡Qué eficaces resultaron aquellas peticiones!. Y las nuestras que defectuosas y distraídas son a veces.

Y ya sabemos que de cómo vivamos cada momento de la misa, depende el fruto que obtendremos.

Otra idea a destacar hoy es la del agradecimiento por la sanación recibida. El leproso samaritano ha tardado un rato, había ya andado un trecho, pero se da cuenta de que hay que dar gracias por la sanación recibida y por esto él vuelve sobre sus pasos dar las gracias.

A partir de aquí dos ideas breves:
a) Quizá a nosotros también nos cueste darnos cuenta de la sanación que Dios obra en nosotros. Quizá nos pensamos que somos buenos porque sí, porque lo somos y ya está. Y no nos damos cuenta de la sanación que Dios ha ido operando en nosotros durante años y años. Lo decíamos la semana pasada: no sentimos que la misa nos cambie, pero sabemos que lo hace. ¿Y le hemos dado gracias por esa sanación?

Pensemos que de los 10 sólo uno vuelve. Esto también es símbolo de la dificultad real que tenemos para darnos cuenta y agradecer la sanación, transformación, divinización que Dios va operando en nosotros.

b) La segunda idea es la de ser agradecidos. La casa está limpia y ordenada, la comida en la mesa, la nevera siempre llena, y no damos gracias a nadie. Puede ser que pensemos que tenemos derecho a que todo esté perfecto y no es así. Nos cuesta mucho agradecer las cosas del día a día.

Pensemos que una palabra puede dar vida o muerte, ¿Como son nuestras palabras?. ¿Voy comunicando palabras de vida o más bien palabras de muerte? De nosotros depende, en gran medida, la felicidad de las personas que nos rodean.

Vale la pena tenerlo muy presente …