CAMINEO.INFO.-
ISAÍAS 62, 1,5
SALMO 95
CORINTIOS 12, 4-11
JUAN 2, 1-11
Estamos ya en el tiempo ordinario, donde contemplamos los tres años de vida pública de Jesús, su predicación, sus milagros, su propuesta de ser seguido. Pero hemos de procurar, yo el primero, que esta contemplación no sea una mirada dirigida al pasado, sino que coja forma de encuentro, de encuentro real y actual con Jesucristo. Sin este encuentro real y actual, la dimensión religiosa llega a ser una rutina cansada y desmotivadora.
El marco de este encuentro es recibir la vida, la vida verdadera, la que está escondida en Él y nosotros hemos de buscar. Por esto, Jesús nos dice en el evangelio de Juan: “He venido para que tengáis vida y la tengáis en abundancia”. Por tanto, estemos motivados para vivir este encuentro, porqué en él encontramos la vida.
¿Qué sería de nuestra vida si Él no estuviera? ¡Qué desastre! Tengo un amigo que dice: “las personas no cambian”. ¡Qué mentira! Esto es negar la capacidad de Dios de tocar nuestros corazones, de convertirnos, ¡de llegar a ser santos! Si estamos aquí, imagino, es porque hemos hecho experiencia de que Dios en Jesucristo salva, toca el corazón, nos libera de la esclavitud del pecado, sino que haríamos aquí... Y todo esto sucede en el marco del encuentro real y actual con Jesús.
Por tanto, este tiempo ordinario, tiene una importancia capital: durante los tiempos fuertes (adviento, navidad, cuaresma y pascua) nos preparamos y contemplamos los misterios centrales de la vida de Jesús, y durante el tiempo ordinario, vamos descubriendo a Jesús, su predicación, sus actitudes, su relación con el Padre,..., vamos mirando a Jesús, contemplando a Jesús, encontrándonos con él.
Y en este inicio del Tiempo ordinario, hoy contemplamos el primer milagro de Jesús en el evangelio de Juan, donde María tiene un papel destacadísimo. Quisiera centrarme en ella, porqué nos habla de cómo es ella, de cómo es nuestra madre, y esto nos ayuda a tratarla:
• “No les queda vino”. María que quiere a los novios tiene un mirar atento, pendiente de que todo vaya bien, y ve que el vino se está acabando, no que ya se ha acabado. Ella se está anticipando al problema. De esta contemplación recibimos dos gracias.
La primera: No creo que María amara a aquellos novios más de lo que nos ama a nosotros. Es más, seguramente es al contrario: la capacidad de amar de la María terrenal es inferior a la capacidad de amar de la María Glorificada, reina y señora de cielos y tierra. El amor de María, manifestado con este deseo de que todo les salga bien a los novios, nos ha de iluminar que este amor continúa vivo en nosotros. Somos amados por María, María está pendiente de nosotros…
Y otra gracia de esta contemplación: María está atenta a les necesidades de los novios... María, la primera cristiana, María modelo para nosotros, nos enseña a estar atentos a las necesidades de los que nos rodean.
El egoísmo nos hace centrarnos en nosotros (mi salud, mis comodidades, mi bienestar, mis proyectos,...) y la caridad nos hace estar centrados en los demás y nos lleva a estar atentos a los demás: ya sea en pequeñas cosas: la vecina enferma, la abuela un poco triste; ya sea en grandes cosas: el hijo que no encuentra el sentido de su vida.
En estos momentos de crisis social, económica y de valores, hay muchas personas que necesitan que estemos pendientes de ellos y les ayudemos.
Pidamos a María que nos ayude a mirar a los demás y sus cosas como ella miraba.
Cuando María aparece en el evangelio, lo hace casi siempre como servidora: “soy la esclava del Señor”. Acaba el anuncio del ángel y se va a ayudar a su prima Isabel, y hoy la vemos pendiente de todo.
• Continuamos con el evangelio y vemos que María no se queda ella con el problema, sino que lo transmite a Jesús, “No les queda vino”. Vemos a María como a intercesora. Ella intercede a favor nuestro, que bueno es que en nuestra relación con ella le pidamos cosas, quizás las más difíciles, para que ella las presente a su Hijo. Jesucristo no le puede negar nada a su madre.
• Jesús le responde: “Todavía no ha llegado mi hora”. Una respuesta que podría hacer dudar, o hacer retroceder, a María. Nada de esto: “Haced lo que él diga”. Esta reacción nos habla de una María segura, que sabe quién es su Hijo, que confía en Él, que no duda. Y confiar en Jesús ¡siempre tiene premio!
Que de la mano de María vivamos cada día un encuentro más intenso con el Señor.
