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Domingo V cuaresma: El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.

Sun, 17 Mar 2013 01:01:00
 

CAMINEO.INFO.-

ISAÍAS 43, 16-21
SALMO
125
FILIPENSES
3, 8-14
JUAN
8, 1- 11

La Cuaresma es un tiempo para morir con Cristo al pecado, a nuestras malas inclinaciones, a nuestras imperfecciones, a nuestros defectos, y así poder resucitar con Cristo a una nueva vida.

Este es el dinamismo de la vida cristiana: de muerte a vida, de la Cuaresma a la Pascua. La primera lectura lo expresa muy poéticamente: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”. Durante este tiempo litúrgico vivimos unas prácticas cuaresmales que hacen posible que Dios haga nacer en nosotros algo nuevo.

Y para crecer en nuestra esperanza de que esto es así, en la respuesta al salmo, decíamos: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”. Será magnífico lo que el Señor hará a favor nuestro durante la Pascua y Pentecostés. Dios pasará por nuestras vidas (Pascua = paso del Señor) renovándolas.

Hace falta preguntarnos (teniendo presente que el evangelio está en relación con esta lectura) ¿qué hace posible este cambio, esta novedad, esta nueva vida?
La respuesta es clara, es siempre la misma, el amor de Dios, la generosidad de Dios, la misericordia de Dios, que hoy en el evangelio se manifiesta en el perdón de Jesús a la mujer adúltera...

¿Qué hace posible nuestro crecimiento, nuestro avanzar por el camino de la santidad?: el amor de Dios. El amor todo lo cambia, todo lo transforma, todo lo renueva, todo lo sana, todo lo cura. Por esto, nos hace tanto bien contemplar, pensar, reflexionar, envolvernos de este amor de Dios. Domingo pasado se nos presentaba con dos imágenes imponentes: Jesús sentado a la mesa con pecadores y el Padre abrazando al hijo pródigo. Y hoy, otra escena para ser contemplada: Jesús perdonando a la mujer adúltera.

Tres ideas, tres gracias, que surgen de esta contemplación:
1. Nosotros somos la mujer sorprendida cometiendo adulterio. ¿quién no ha pecado?. “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. Y todos irán marchando... Todos hemos pecado, todos nos hemos de situar a los pies de Jesús, mirarle a los ojos y oírle decir: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.

Cuanto bien nos hace situarnos a los pies de Jesús y oírle decir: “Tampoco yo te condeno. Anda, y...”.

Estas palabras son dirigidas a nosotros cada vez que nos reconciliamos con el Señor en el sacramento por Él instituído.

¡Qué gracia más grande hay en este sacramento! Y cómo aparece reiteradamente en las lecturas de estos días. Domingo pasado, san Pablo: “Os pedimos que os reconciliéis con Dios”. El hijo pródigo recibe el perdón, la mujer adúltera recibe el perdón. No sé que nos querrá decir la liturgia con esta reincidencia temática...

2. Segunda idea. La hago citando a San Agustín:"El Señor condena el pecado, no al pecador. En efecto, si hubiera tolerado el pecado, habría dicho: "Tampoco yo te condeno; vete y vive como quieras... Por grandes que sean tus pecados, yo te libraré de todo castigo y de todo sufrimiento". Pero no dijo eso". Dice: "Vete y no peques más".

Jesús salva al pecador, pero claramente condena el pecado. Jesús hoy nos dice a cada uno: “no peques más”. “Como si presente me hallare” dirijamos su mirada hacia nosotros y escuchémosle diciendo “no peques más”.

3. Los hombres habían juzgado a la mujer, habían cogido piedras para apedrearla y matarla, las piedras que quieren tirar representan sus juicios. Y Jesús les dice que primero se juzguen ellos y entonces dejan caer sus piedras, dejan de juzgar a la mujer…

Podemos hablar de las muchas piedras que nosotros tiramos cada día. Una de las tendencias más fuertes que hay en nosotros es a juzgar, a criticar, a murmurar, lo juzgamos y lo criticamos todo y a todos. La petición de Jesús: “no juzguéis y no seréis juzgados” no ha enraizado en nuestra vida. Juzgamos mucho… Tiramos muchas piedras cada día. Cuando hablo de juzgar me refiero sólo a la crítica verbal o sino también al juicio de pensamiento.

Yo os propongo que ese juicio negativo que nos sale (ya sea verbal o de pensamiento) lo cambiemos por una palabra o un pensamiento salvador. Si en vez de juzgar hacemos una pequeña oración, una breve invocación a Dios, entonces podemos santificar, podemos alcanzar gracias a la persona a la que íbamos a juzgar. Y entonces Dios actúa en esa persona.

La acción salvífica de Cristo puedo empezar en la calle a partir de una breve oración nuestra. Que puede desembocar en un arrepentimiento y un volver a la Casa del Padre.

Acabo con unas palabras de Benedicto XVI: “Queridos amigos, aprendamos del Señor Jesús a no juzgar y a no condenar al prójimo. Aprendamos a ser intransigentes con el pecado -¡comenzando por el nuestro!- e indulgentes con las personas”.







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