María y Andrzej Mazanowie son un matrimonio de Lomianki (Varsovia) que llevan casados 35 años. Tienen ocho hijos: Teresa, Adam, Natalia, Kazik, Marysia, Janek, Dominik y Zosia. Esta feliz pareja ha querido compartir su testimonio con ocasión del próximo VII Encuentro Mundial de las Familias que se comenzará en Milán este viernes.
María y Andrzej explican que para ellos sus hijos son su alegría y su razón de vivir, porque todos ellos son un regalo del Señor. Para este matrimonio polaco ser cristianos ha dado sentido a sus vidas. “Nuestra familia ha sido dar a nuestros hijos una formación religiosa que le confiese la identidad católica cristiana. En nuestra casa vivimos juntos con gran intensidad todas las fiestas y las celebraciones de los santos sacramentos que nuestros hijos han recibido. Hacemos todo lo posible por vivir las fiestas junto a nuestros familiares, allegados y amigos. Acogemos y vivimos en el espíritu de la fe todos los eventos familiares alegres, pero a veces también difíciles”, explican.
“La fe cristiana es necesaria para evitar los peligros que enturbian la voluntad y la mente”
En el testimonio que han querido compartir en la web del Encuentro explican que los tiempos actuales generan muchos peligros que enturbian la voluntad y la mente. “Para mantener alejados estos peligros hemos procurado que nuestros hijos participen junto con los jóvenes de su edad en la comunidad cristiana donde se refuerzan sus creencias religiosas, se disfruta de auténticos docentes de la verdad y el amor y están implicados también en muchas actividades, ayuda y testimonio de la fe cristiana”, afirman.
Los niños son el bien y don más valioso
Con ocasión del ya inminente EMF, María y Andrzej quieren dejar claro la importancia de las vocaciones en una persona. La vocación al matrimonio da como frutos los hijos, que son un bien y un don, afirman. “Ahora, de mayores, nuestros hijos realizan sus vocaciones. Adam, Kazik y Marysia han formado sus propias familias. La mayor, Teresa, se ha consagrado como persona laica. Natalia se prepara actualmente para el sacramento del matrimonio. Gracias a las decisiones de nuestros hijos casados han llegado a la familia sus cónyuges, nuevas personas de gran valor: Agata, Aniela e Ignacy. La familia ampliada así durante muchas generaciones en la alegría de las celebraciones se enriquece con nuevas tradiciones, nuevos modos de vivir en la oración y en el cuidado y ayuda mutuos. Las jóvenes parejas transmiten las buenas experiencias de la familia de origen. Ahora llegan los niños a su vida: el bien y don más valioso. Llega la nueva vida que respetan, defienden y contemplan”
