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Arquidiócesis de Santa Cruz vivió su Tradicional Saludo Navideño |
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Arquidiócesis de Santa Cruz vivió su Tradicional Saludo NavideñoTue, 24 Dec 2013 02:54:00
MCS ARCHIDIOCESIS DE SANTA CRUZ
En instalaciones del Coliseo del Colegio Uboldi, el jueves 19 de diciembre, la Arquidiócesis de Santa Cruz vivió su tradicional Saludo Navideño, en el cual el Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Gualberti pidió a los fieles vivir estas fiestas con alegría, en una búsqueda permanente de la luz de vida de Jesucristo, luchando por la paz y dando gracias por la fe de los agentes pastorales que impulsan el caminar de la Iglesia.
Mons. Sergio Gualberti también recordó que es necesario compartir todo de manera equitativa para construir una sociedad en paz. Además, afirmó que el nacimiento de Jesús es una oportunidad permanente para encontrar en él la alegría de vivir.
Se vivió un momento de mucho regocijo y hermandad y del cual Participaron; S.E. Cardenal Julio Terrazas, Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, los Obispos Auxiliares; Mons. Estanislao Dowlaszewicz, Mons. Braulio Sáez, Mons. René Leigue, el P. Ezequiel Pérez, Vicario General del Arzobispado, Sacerdotes, Religiosos, Religiosas y Agentes de Pastoral de nuestra Arquidiócesis.
Casi al finalizar el saludo navideño, el cardenal Julio Terrazas, tomó la palabra para recordar el mensaje que recibió del papa Francisco hace algunos días, en el que pide hablar de la vida y acabar con el individualismo pastoral en todo el mundo.
saludo navideño 2013
MENSAJE COMPLETO DE MONSEÑOR SERGIO:
Me alegra pensar que todos nosotros en esta tarde, junto a los humildes pastores, nos ponemos a los píes del niño pobre en el pesebre de Belén, para contemplar y descubrir en esos rasgos humanos indefensos y frágiles al Hijo de Dios, nuestro Salvador.
Lo hacemos también con la sencillez, espontaneidad y alegría de los niños que nos han cantado y escenificado el nacimiento, y tantos otros niños que lo están haciendo en nuestra parroquia y en las calles de nuestra ciudad y pueblos.
El asombro y el temor de los pastores, se transforma en adoración al Niño y anuncio gozoso de las maravillas de Dios, actitudes que hacemos nuestras y que nos permiten compartir su gran alegría y alabar al Señor. Estos sentimientos y actitudes no pueden ser circunstanciales y limitarse a estos días de Navidad, tienen que volverse una manera de ser de todos los creyentes y seguidores del Señor.
El pesebre es el icono de Dios que pone su morada en medio de nosotros, en especial entre las personas pobres y necesitadas, porque el ha nacido para que todos puedan tocar y experimentar el amor, sin que nadie sea excluido. El misterio de la encarnación es el trastorno de todas nuestras representaciones de Dios: desaparece la imagen del Dios fuerte, poderoso, exigente, y se manifiesta el rostro de un Dios pequeño, débil, siervo, misericordioso.
Celebrar la Navidad cristiana, la verdadera Navidad, es ante todo experimentarla en nuestra vida personal y comunitaria, en la vida de toda la Iglesia, es también despojarnos de nosotros mismos, de nuestras seguridades, para superar la tentación del poder y asumir los rasgos del niño Dios en Belén.
Son muchos los mensajes que la Navidad despierta en nuestras mentes y corazones, cada uno de nosotros busca preparar el mensaje mejor para sus tarjetas. Yo quiero compartir con ustedes algunas palabras que me han acompañado en estos días de preparación a la Navidad.
1.- ALEGRÍA: “Les traigo una gran alegría… hoy ha nacido PARA USTEDES un Salvador, que es Cristo Señor: Es la alegría hoy y para nosotros, porque la Navidad no es algo del pasado. Jesús no sólo nació para el pueblo judío hace 2000 años, sino que vuelve a nacer para todos y cada uno de nosotros, para ser uno de nosotros y para ser el Emmanuel, el Dios con nosotros y que ha puesto definitivamente su morada en la historia de la humanidad.
Es la alegría de revivir el misterio del amor de Dios, que se ha manifestado en el hecho de enviarnos a su Hijo unigénito, para que por medio de él tuviéramos la vida.
Es la “la alegría del evangelio” que tiene que llenar nuestro corazón y la vida entera de los que nos hemos encontrado con Jesús.
La alegría de dejarnos salvar por Él, de que somos liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesús que nace en Belén, siempre nace y renace la alegría una alegría que contagie a todos los que encontramos en nuestro camino (cfr. EG 1).
2.- VIDA: “Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra… en ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn 1,3-4). La fiesta de la Navidad es fiesta de la vida, es la irrupción de la vida en nuestra historia, la vida digna y plena para todos. Jesús, autor de la vida y por quien se hicieron todas las cosas, entra en la historia silenciosamente, discretamente, sin pedir nada, respetuoso de nuestra libertad, para traernos la luz de la vida y la esperanza, despejar las tinieblas de la muerte y llenar de sentido a nuestra existencia.
La vida es el gran don de Dios, a él nuestra gratitud y empeño de vivirla en plenitud. Una gratitud que se transforma en compromiso personal y comunitario en favor de la vida.
En particular, la Navidad nos pone delante de la opción de Dios por los pobres, los marginados, los enfermos, los niños y ancianos. La vida del ser humano hoy es amenazada no sólo por la pobreza y la violencia, sino también por una cultura permisivista que quiere implementar leyes que no reconocen al ser humano desde el momento de la concepción, abriendo la posibilidad de la despenalización del aborto. Comprometernos por la vida y por los pobres es ensanchar nuestro corazón hacia sus necesidades, estar a su lado y hacer nuestras sus aspiraciones. Es también comprometernos a anteponer la lógica del amor y del perdón a la violencia y a la ley del más fuerte, esfuerzo particularmente urgente en nuestra sociedad.
3.- PAZ. “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra (Lc 2,14). La encarnación del Hijo de Dios, es salvación y liberación de toda esclavitud y de la muerte, es verdadera paz. La paz que no es solo ausencia de guerra, sino que es vida en plenitud, fundada en nuevas relaciones de amor con Dios y el próximo.
Paz que es el gozo de los bienes compartidos en igualdad de oportunidades y solidaridad profunda, sin distinción ni discriminación. Aquí está el valor incondicionado de todo ser humano, hijos del mismo Padre Dios, todos con los mismos derechos y deberes, sin ninguna distinción. Esta es la premisa para la construcción de una sociedad en paz.
La paz es don de Dios, por ello tenemos que pedirselo constantemente, pero es un don que tiene que ser acogido y correspondido, que pide el desarme espiritual y que pide asumir la actitud del niño Dios inerme y débil, cuya única fortaleza es el amor. Este es el camino que todos debemos recurrir para acoger ese don y para ser constructores de paz, la paz verdadera y duradera. Ojalá todos pudiéramos llegar al pesebre de Belén y nos dejáramos empapar por el espíritu de paz, la paz auténtica de los que están reconciliados con Dios y con los demás.
4.- Gracias: “Gloria a Dios en el cielo”. Gloria es alabanza agradecida, es acción de gracias gozosa.
Me uno con gozo al coro de los ángeles en glorificar y alabar a Dios, por el don inestimable de su Hijo. Alabo y agradezco a Dios por el don de todos y cada uno ustedes, por su vida, su compromiso evangelizador y su servicio pastoral generoso y abnegado. Valoro y aprecio el sentido eclesial y el espíritu de comunión que les anima a todos, en particular a los agentes de pastoral provenientes de tantos países, que hacen de nuestra querida Iglesia de Santa Cruz una sola gran familia y a la vez pequeña imagen de la Iglesia universal. Gracias por vivir una Iglesia sinodal, el pueblo de Dios que, aún con tantas dificultades y limitaciones, busca caminar unido, dando así testimonio del Reino de Dios.
Les deseo a todos una Feliz y Santa Navidad, y también un Año Nuevo bendecido por Dios, en el que todos y cada uno, en el que como Iglesia de Santa Cruz, sepamos responder a los desafíos de la historia, reconociendo en ellos los signos de los tiempos y llevando con ardor el gozoso anuncio del Evangelio de la vida, del amor y de la Paz.
Que “el Dios de la esperanza que por la acción del Espíritu Santo nos colma con su alegría y con su paz, esté con todos ustedes”.
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