Bioquark
es una empresa estadounidense de biotecnología que ha logrado la
autorización de los gobiernos de EE.UU. y la India para tratar de
revivir a los muertos. El
director de la compañía, Iro Pastor, explica que el proyecto Reanima
consiste en tratar de “resucitar” partes del cerebro de pacientes
declarados clínicamente muertos.
Este
paso acelera la posibilidad de que lo ciencia rompa los débiles límites
éticos que aún perduran a la hora de regular la práctica científica,
algo que ya denunciaba el clásico literario
Frankenstein de la escritora inglesa Mary Shelley. Y es que el deseo
del hombre por conseguir la inmortalidad recuerda otros episodios,
también bíblicos como el de la Torre de Babel. Al final consiste en
romper los límites naturales promovido por el deseo
de ser Dios.
La
polémica empresa en cuestión está trabajando actualmente con el
hospital Anupam, en India, para seleccionar allí a 20 pacientes. Los
requisitos para formar parte de este experimento
pionero son no tener actividad en el sistema nervioso y seguir
conectado a aparatos de soporte vital.
Las
razones para que este proyecto se lleve a cabo en este país, según
Bioquark, son dos: los costes y la legislación existente acerca de
mantener a un cuerpo con vida artificialmente.
“Acabamos de recibir la aprobación para seleccionar los primeros 20
pacientes y estamos trabajando con el hospital para identificar a
familias que tengan algún miembro clínicamente muerto y que por barreras
religiosas o condiciones médicas de algún tipo no
puedan donar sus órganos”, explica Pastor.
Terapias de regeneración
Al parecer, este proceso ya se habría probado anteriormente con salamandras, cuyas extremidades vuelven a crecer. Asimismo
el experimento se ha probado con otras especies de anfibios y algunos
peces, donde se ha comprobado que se ha regenerado una porción
considerable de su cerebro después de haber sufrido un trauma grave.
La
compañía aclara que no espera devolver a la vida a nadie. Sin embargo,
la prueba podría abrir la puerta a nuevas terapias para regenerar daños
cerebrales en pacientes que sí están
vivos, pero en coma, así como en el tratamiento de múltiples
enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Párkinson. Pero,
¿a qué precio?