Juan Jolin, natural de Valladolid, llegó el 25 de marzo al centro médico de emergencias levantado para enfermos leves de COVID-19. "Soy médico y antes de ordenarme, ejercí la medicina.
Otro de los sacerdotes de Ifema, Carlos, también es médico. Esta fue
una de las razones por las que desde el arzobispado de Madrid nos
encargaron esta misión", cuenta a Religión Confidencial.
El P. Juan partía de alguna experiencia en hospitales,
muy escasa, puesto que había hecho una sustitución en el hospital de la
Princesa Madrid a petición de su amigo José Luis Méndez, delegado
episcopal de pastoral de la salud. Pero su campo es la educación, ya que
es el capellán del colegio Retamar de Madrid.
Tensión, acogimiento y soledad
"Los primeros días sentimos cierta tensión. El pabellón 5, aquella
primera nave enorme con un montón de camas y enfundados hasta arriba con
aquel traje de protección terrible y las mascarillas, imponía. Fue como
aterrizar en otro planeta. Después, ves a los enfermos y su soledad, y la tensión desaparece porque tienes ganas de ayudar", expresa el sacerdote.
Aún con la preocupación de los primeros días, el P. Juan manifiesta a
RC que desde el primer momento experimentó acogimiento y alegría: una gran acogida por
parte del personal sanitario, técnicos, militares, enfermos, y una gran
alegría de poder ayudar en Ifema. "Se respira muchísimo respeto entre
todos". afirma.
Cero hostilidad
A pesar de que los siete sacerdotes van vestidos de curas, no han sentido hostilidad ni distanciamiento en ningún momento. "En todo caso cierta sorpresa, sobre todo entre los sanitarios más jóvenes que por cierto, son la mayoría. Cuando nos quitamos el disfraz sanitario, hay gente que nos mira y se sorprende. Nos dice `Anda si estaba al lado de un cura´".
Porque el P. Juan afirma que en Ifema "todo es compañerismo y por las
circunstancias tan especiales, los prejuicios han saltado por los
aires. A mí me ha venido gente diciendo: no soy creyente pero vosotros estáis ayudando a las personas".
"Lo importante es sumar"
"Recuerdo el primer día, cuando nos presentamos al equipo de psicólogos. Su
labor de escucha profesional es de gran ayuda. Me emocionaron las
palabras de la jefa de equipo, cuando nos dimos a conocer: `Aquí lo
importante es sumar´, nos dijo. Creo que psicólogos y sacerdotes hemos
hecho un gran equipo y hemos ayudado a los pacientes según sus
necesidades", afirma.
Cuenta que en ocasiones, eran ellos quienes, tras hablar con algún
paciente, se dirigían después a un psicólogo para que le atendiera desde
su campo. Y la situación a la inversa también se produjo. Algunos
psicólogos, tras escuchar a un paciente, sugerían al sacerdote la
conveniencia de que hablara con él.
Turno de tarde: más tranquilidad
El P. Juan tiene turno de tarde: entra a las 6 y sale hacia las 10.30
de la noche. "Por la tarde hay más tranquilidad. Las mañanas están
llenas de pruebas y visitas médicas". Los sacerdotes han atendido a una media de entre 25 a 30 enfermos diarios.
"Lo primero es la salud de los enfermos, su salud física. Nosotros
estamos aquí por si algún enfermo nos llama y para cuando nos
necesitan", explica, sabedor de que la salud mental y espiritual forma
parte de la salud integral de la persona.
Cercanía y esperanza
El P. Juan relata algunas historias que ha vivido durante este
tiempo. "Los enfermos buscan cercanía. Necesitan esperanza. Recuerdo a
una mujer que se me acercó y me dijo: mi madre ha muerto hace un mes y no hemos podido celebrar un funeral,
¿podría usted rezar por mi madre?. No poder despedirse de los
familiares es una herida que queda abierta, un duelo pendiente a los que
se enfrentan muchas personas".
"Hablé con un enfermo que me comentó que quería bautizar a su hijo de dos meses cuando todo esto acabase. Yo le di mi teléfono y le dije: Yo le bautizo si quieres. Se puso contento".
El P. Juan expresa que cualquier detalle de amor y cariño, lo
agradecen. "Cuando hablas con los enfermos sientes que eres un
instrumento de Dios para ellos. Había pacientes a los que atendíamos y
los de la cama de al lado sentían curiosidad y algunos nos llamaron".
Una unción de enfermos muy sobrenatural
A pesar de que Ifema acoge a enfermos leves -muy agradecidos, porque
muchos de ellos habían permanecido dos días en una silla de ruedas de
cualquier hospital - algunos han fallecido. El capellán afirma que el
departamento de información a las familias ha funcionado muy bien. "Cuando algún paciente estaba en sus últimos momentos, llamaban al familiar para que se acercara a Ifema y despedirse de él".
El P. Juan ha impartido el sacramento de la unción de enfermos en varias ocasiones.
"Di la unción a un paciente que estaba muy malito en la UCI y al día
siguiente estaba sentado en su silla. A veces la unción mejora. No es
magia como me dicen algunos; es un sacramento de vivos, salud del alma y
el cuerpo. Hay gente que al recibir la unción, cambia su estado
clínico".
Porque para Juan Jolin, cuando la medicina ha hecho todo lo posible y
no hay nada más humano que hacer, es la hora de la acción de Dios.
Relata otro momento que para él fue impactante: "Un paciente muy
mayor me pidió que le diera la unción. Mientras recitaba las lecturas
que son muy bonitas, dos enfermeras sujetaban cada mano del enfermo. Se creó un ambiente muy sobrenatural".
Siete sacerdotes
Juan, Nacho (misionero de la Sagrada Familia) Carlos (el otro
médico), Javier (capellán de prisiones de la diócesis de Getafe) junto
con otros tres párrocos de Madrid forman parte del equipo de sacerdotes que están llevando un poco de esperanza cristiana a los enfermos de Ifema. También a los sanitarios y técnicos.
"Me quedo con la alegría de haber podido ayudar a mucha gente, de
acompañarles en un momento tan difícil, de haber podido mostrarles la
cercanía de Dios que nunca abandona", concluye el P. Juan.
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