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“La familia es importante porque es el reflejo natural del amor de Dios por el hombre” |
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“La familia es importante porque es el reflejo natural del amor de Dios por el hombre”Fri, 09 Oct 2009 18:42:00
LAVERDAD - Navarra
CAMINEO.INFO / Navarra.- Este domingo, 4 de octubre, se celebra en el Seminario de Pamplona el II Encuentro de las familias con el Arzobispo Monseñor Francisco Pérez, organizado por la Delegación de Pastoral Familiar del Arzobispado de Pamplona y Tudela. En esta entrevista, Santiago Arellano Librada, Delegado de Pastoral Familiar, explica en profundidad la importancia que tiene la familia para la Iglesia y la sociedad y los retos a los que se enfrenta en el mundo de hoy.
¿Por qué es tan importante la familia para la Iglesia? La familia no es que sea importante para la Iglesia por un capricho, sino porque es importante para la persona. En el seno de la familia es donde la persona aprende de manera natural el verdadero amor humano. Los esposos aprenden el amor de donación de sí mismos, y los hijos van aprendiendo de sus padres, y se preparan para un día poder amar de la misma manera.
De manera aun más profunda, la familia es importante porque es el más perfecto reflejo natural del amor de Dios por el hombre. En el seno de este amor de la familia, la persona descubre de manera connatural el amor de Dios. Dios crea a los padres y a las madres para que entendamos cómo Él nos ama como el mejor de los Padres o de las Madres. Crea al hombre y la mujer -”a imagen de Dios los creó”- para que viendo cómo se quieren dos esposos entendamos que así es el Amor de “Cristo por su Iglesia, que se entregó así mismo por ella”. Por eso, la familia es la mejor escuela de vida cristiana. Detrás del ataque que hay hoy en día a la familia está el intento preternatural -del mal espíritu- para que no encontremos la imagen de Dios.
Durante un tiempo fui voluntario en la Cárcel de Ocaña. Hablando con un preso, le decía que Dios era nuestro Padre, y él enfadado me dijo: “No me digas eso, que mi padre era un borracho que al llegar a casa pegaba a mi madre”. Este es el plan del Diablo, que no haya padres que amen a sus hijos para que nadie viendo eso pueda entender el Amor paternal de Dios. Que no haya esposos enamorados hasta dar la vida por sus esposas para que nadie descubra escondido ahí el Amor de Cristo. Pensemos en el divorcio, la violencia doméstica, el aborto… , y a Dios diciendo: “¿acaso olvida una madre a su niño de pecho?; pues aunque ella se olvide yo no te olvidaré.” (Is 49,13-15).
Por ello, para preservar el verdadero amor humano, y educar en el amor a Dios, la Iglesia da tan gran importancia a la familia. Ve en ella “uno de los bienes más preciosos de la humanidad” (FC1). Y por eso siempre trata de defenderla.
¿Qué es una familia? La familia dice Juan Pablo II es la “comunidad íntima de vida y amor querida por Dios mismo” (FC11). Uno no inventa la familia. Es algo que ya es, porque Dios la ha hecho así. Fundada sobre el matrimonio: el” pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, por el que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor”. (FC 11). El matrimonio es sagrario del amor y de la vida. Creado para custodiar y difundir el amor y la vida. Ese amor, como decía Pablo VI, es “plenamente humano, total, fiel, exclusivo y naturalmente fecundo”. En la familia los esposos se dan el uno al otro este amor, y fruto del mismo son los hijos, a los que los cónyuges también les entregan su vida para darles la vida humana y la vida de hijos de Dios.
¿Por qué “otros modelos de familia” no son familia, según la Iglesia? Cuando se me hace esta pregunta, me gusta responder siempre que yo estaría dispuesto a dar la vida por ayudar a cualquier persona, esté en la situación que esté o en el “modelo” de familia que esté. Le pido al Señor que me conceda la gracia de hacer esto si llega el caso. Por cada persona Cristo ha muerto. Todos pueden decir con San Pablo: “me amó y se entregó a la muerte por mi”. Nos toca a todos amar a las personas como Cristo, hasta morir por ellas. No se trata de discriminar a nadie sino de ayudar a las personas a descubrir lo que les hace felices, y eso coincide con descubrir el orden de su naturaleza, su ordenación al fin para el que hemos sido creados.
La familia por naturaleza tiende a fomentar la vida y el amor. Estos dos fines, unitivo y procreador, han de ir siempre unidos para potenciarse mutuamente. Y esto, por la misma estructura de la naturaleza humana, sólo ocurre propiamente en el matrimonio de hombre y mujer. En él se da esa donación de entrega total. Entre el hombre y la mujer hay una igual dignidad y una complementariedad en sus diferencias. Física, psicológica y metafísicamente, están hechos el uno para el otro. Son “ayuda adecuada” el uno para el otro. A esa unión es a la que la naturaleza capacita para engendrar hijos. Por eso, por naturaleza un hijo tiene el derecho a tener padre y madre, a que estos se quieran para siempre y fielmente, y a que le eduquen, pues un hijo es fruto del amor de sus padres. Esto es la familia. Lo otro, lo legalizarán, subvencionarán y promoverán, pero no es familia. Pues esta no se inventa, es lo que es.
Sólo el verdadero amor esponsal entre el hombre y la mujer, sanado y elevado por la gracia de Cristo, es sacramento, pues es imagen viva del amor de Cristo por su Iglesia.
¿Acepta la Iglesia las familias monoparentales? ¿Qué dice al respecto? Se entiende por familia monoparental la persona que ha querido fundar una familia ella sola, sin contar con un esposo o esposa. La Iglesia acepta siempre a todo el mundo, y cuando se encuentra con familias monoparentales no les echa de la Iglesia, les acoge, les intenta ayudar; pero lo que la Iglesia no puede es decir que esa situación es buena objetivamente, o deseable y que haya que promoverla, porque los niños necesitan para crecer y ser educados plenamente en el amor humano, el amor de un padre y una madre. Si esto no se da la Iglesia acogerá, intentará suplir de algún modo, pero nunca puede dar por bueno lo que está mal hecho.
¿Cuáles son los problemas fundamentales a los que se enfrenta la familia hoy? Primero es bueno caer en cuenta que la familia está siendo de distintas maneras presionada, atacada. Como ha dicho nuestro querido Papa Benedicto XVI el año pasado en Lourdes: “Hay sin duda un problema particularmente urgente que aparece en todas partes: la situación de la familia… se enfrenta ahora a verdaderas borrascas”. Años antes lo había dicho Juan Pablo II: “Estamos en un momento histórico en que la familia es objeto de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla” (FC 3). No hay más que ver ciertos medios de comunicación y disposiciones legales cómo están potenciando la relativización y falsificación del matrimonio y la familia y que no ayuda a los esposos a vivir su vocación como tales ni en la educación de sus hijos.
Juan Pablo II en la “Familiaris Consortio” analiza los problemas fundamentales. Señala un conjunto de factores negativos: “una equivocada concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí”. “El número cada vez mayor de divorcios”; “la plaga del aborto”; “el recurso cada vez más frecuente a la esterilización”; “la instauración de una verdadera y propia mentalidad anticoncepcional”. Así mismo el Papa advierte de: “la mentalidad consumística, paradójicamente unida a una cierta angustia e incertidumbre ante el futuro, quitan a los esposos la generosidad y la valentía para suscitar nuevas vidas humanas; y así la vida en muchas ocasiones no se ve ya como una bendición, sino como un peligro del que hay que defenderse”. “Dificultades concretas que experimenta la familia en la transmisión de los valores”. “Graves ambigüedades acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos”. Y como dice el Papa: “En la base de estos fenómenos negativos está muchas veces una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad, concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente contra los demás, en orden al propio bienestar egoísta… Esto revela que la historia es un combate entre libertades que se oponen entre sí, es decir, según la conocida expresión de san Agustín, un conflicto entre dos amores: el amor de Dios llevado hasta el desprecio de sí, y el amor de sí mismo llevado hasta el desprecio de Dios”. La causa principal de todos estos males es que “Vivimos una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera” (EE 9). Al prescindir de Dios, de Aquel “del que se deriva toda paternidad en el cielo y en la tierra” (Ef3,15) estamos prescindiendo del remedio principal.
¿Se ha quedado sola la Iglesia en defensa de la familia? No, la Iglesia no esta sola en la defensa de la familia. Son muy numerosos los movimientos extraeclesiales, que tienen entre sus ideales la defensa de la vida, la defensa de los derechos educativos de los padres, etc. Hay que dar muchas gracias a Dios de que tantas asociaciones fomenten en este sentido la verdad del orden natural en lo que se refiere a la familia.
No obstante, si hablamos de la totalidad de los aspectos de la familia, de todos los derechos que hoy se le quitan, a veces la voz de la Iglesia queda sola en la defensa de algunos puntos más delicados y más plenamente evangélicos. Por ejemplo, muchas veces la Iglesia queda sola al hablar en contra del divorcio, pese a que todo el mundo conoce el drama interior que sufren los hijos y padres en tales momentos. O al hablar en contra de la mentalidad anticonceptiva, que conlleva una falsedad objetiva en lo que es el acto conyugal, al quedar cortada esa entrega que debería ser total. Cuánto daño al amor verdadero está produciendo esta mentalidad anticonceptiva. La Iglesia, en cambio, enseña el debido respeto al orden de la naturaleza y anima al conocimiento de ella con los métodos naturales que educan en el amor verdadero.
¿Hay hoy una cultura de la familia? ¿o más bien hay una cultura anti-familia? La familia decíamos es “comunidad de vida”, y hoy estamos en “cultura de muerte”. Existen medidas para ahogar la vida familiar, muy sutiles, que dicen que apoyan a la familia y en cambio la rebajan y tienden a destruirla. Estas medidas, con la ayuda de Dios no han de triunfar. Cada día, vemos cómo grupos muy diversos de familias surgen por todas partes con entusiasmo por vivir el modelo familiar según el orden de Dios, de Cristo y de su Iglesia. La tradición cultural que hemos conocido en nuestra Navarra, sobre todo los mayores, formaba una auténtica y fecunda cultura familiar. Recuerdo el ambiente familiar en mis padres y en mis abuelos, expresión de cómo pensaban y sentían los pueblos.
¿Favorecen las leyes a la familia? ¿Está protegida la familia hoy? No. A pesar de ser la célula básica de toda sociedad y el bien común primordial. Las leyes actuales no favorecen la familia. El divorcio “expres”, que duda cabe, potencia las rupturas. La legislación sobre el aborto pasa por encima de la vida del niño que se elimina y daña a la misma madre pues se le habrá quitado al niño de sus entrañas pero no de su cabeza y su corazón. En el ámbito de la educación, la presentación que se hace tan a menudo de la sexualidad humana atenta contra la unión familiar. En el ámbito laboral y económico, tampoco estamos a la altura: las ayudas a la maternidad son insuficientes y la situación económica es dificilísima para las parejas jóvenes que quieren empezar un nuevo hogar.
¿Lo que vale para la familia cristiana, vale también para la familia no creyente? Claro que sí, para todas las familias, de todas las culturas y tiempos pues “la verdad os hará libres”. Y la Iglesia trasmite la verdad sobre lo que la familia es, institución natural llamada a ser enriquecida por la gracia divina, que no anula la naturaleza sino que la eleva y perfecciona. Por eso la familia Cristiana se convierte en fuente de Gracia y está llamada a evangelizar a esas familias no creyentes para que descubran su verdadera finalidad de ser reflejo del Amor de Dios.
¡Cuánto gozo se vive en las familias cristianas que son fieles!, el gozo que da la presencia de Cristo y de María en medio de ellas. ¡Ojalá todas las familias del mundo conocieran esto y se convirtieran en familias de Dios, Iglesia doméstica!. Esto un día se ha de realizar por la acción de Dios que nos conceda la tan deseada “civilización del amor”.
¿Cuál es su modelo ideal de familia cristiana? En el célebre cuadro de Mollet, dos campesinos, un hombre y una mujer, detenidos en las labores del campo a las doce del mediodía, rezan el Ángelus. En la conocida pintura “del pajarito” de Murillo, aparecen Jesús, José y María en una escena hogareña: la Virgen haciendo labores de costura, San José entretenido con el niño Jesús; y ambos contemplando a su Hijo Divino jugando con un pajarito entre sus Manos. Estas dos imágenes son modelo de familia cristiana. Trabajo y oración en la sencillez de las cosas de cada día es el secreto de la felicidad familiar. ¿Qué más se puede decir? Nuestros abuelos lo hicieron muy bien. Gracias a Dios tuvimos familias muy buenas. El Papa ha elevado a los altares hace poco a Luis y Celia, los padres de Santa Teresita del niño Jesús, aconsejo mucho la lectura de sus vidas para entender más y mejor el modelo que es siempre la Sagrada familia de Nazaret.
¿Familia cristiana y familia numerosa son sinónimos? No necesariamente. El distintivo de la familia cristiana no es el número de hijos sino la santidad de sus miembros. La familia cristiana se ha de caracterizar por estar identificada con la voluntad de Dios. Según el plan de Dios, el matrimonio es una comunidad de amor indisoluble ordenado al amor y a la vida.
Los hijos, son el don más excelente del matrimonio y contribuyen de manera excepcional al bien, a la unión y al amor de los cónyuges. Por ello, la Iglesia ve las familias numerosas como un signo de la bendición divina y de la generosidad de los padres.
Los esposos cristianos, con responsabilidad humana y cristiana, han de intentar ambos de común acuerdo, formar un juicio recto ante los hijos, atendiendo tanto a su bien personal, matrimonial, como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias, situación económica, personal, familiar… Este juicio, los esposos han de formarlo ante Dios.
La familia cristiana se sabe llamada a la generosidad. Las familias cristianas, viviendo desde la generosidad, normalmente se manifestarán en una familia más o menos numerosa. La aceptación de cada hijo como un don de Dios es la señal de identidad cristiana. Por eso la familia cristiana siente dolor cuando se ve obligada a limitar el número de hijos o cuando vive el sufrimiento de la infecundidad. ¿Es posible conciliar la maternidad y el trabajo? Vivimos en una sociedad en la que por diversas causas la incorporación de la mujer al mundo del trabajo es una realidad. Sin embargo, a la mujer no le es fácil atender a su familia y responder a las expectativas de trabajo que en muchas ocasiones se plantean sin tener en cuenta la realidad familiar. La madre cristiana ha de ser consciente de que su vocación primera es la maternidad, y por lo tanto, ha de valorar conjuntamente con su marido, cómo atender a sus hijos dignamente conciliando la vida laboral. Ahora bien, nunca se ha de dar más valor al trabajo que a la familia y a la maternidad ya que el trabajo ha de estar al servicio del hombre y la familia.
Hace poco me decía una madre joven: “a mi me encantaría quedarme en casa cuidando de mis niños, pero no puedo, tenemos que trabajar los dos para llegar a fin de mes”. Lo que se presentó al principio como un derecho, nuestra sociedad lo ha convertido en un deber. De esta manera todos estamos metidos en una aceleración permanente que no facilita la tranquilidad que requiere la vida familiar y la educación de los hijos.
¿Valoramos hoy la maternidad? ¿Y la paternidad? La Iglesia considera que tanto la maternidad como la paternidad constituyen vocación esencial del ser humano, pues contribuyen al bien personal, social y eclesial.
En nuestra sociedad sin embargo, este valor se ha relativizado en gran manera. Una sociedad individualista y ególatra difícilmente puede entender que “quien da la vida la encuentra y el que la guarda la pierde”. Los modelos corporales y los estilos de vida, van en dirección contraria. No contribuyen a la unidad familiar los modelos que se nos presentan de una maternidad y paternidad que buscan ante todo satisfacer una necesidad instintiva. No son los hijos para los padres sino los padres para los hijos. Lo tremendo es que en el orden de las cosas, ignorar algo tan simple es subirse al tren de la infelicidad.
¿Cuál es el papel de una madre cristiana? La misión de la madre cristiana es educar una prole para convertirlos en miembros eficaces en la ciudad terrena y en dignos ciudadanos del cielo. “Educamos a los hijos para el cielo” decía la recién beatificada Celia Guerin. Que los hijos sean santos, es decir, que se desarrollen plenamente como personas en este mundo, y vivan conforme a la voluntad de Dios. Todo ello la madre lo hace desde la aportación de su corazón de madre derivado de su “ser” mujer.
La maternidad no es una opción caprichosa. Es una vocación escrita en su propia naturaleza. Apartarse de la propia naturaleza es corrosivo y destructivo de la felicidad de cada persona.
¿Y cuál es el papel de un padre cristiano? Tiene la misma misión que la madre. No se puede educar por separado. Su cometido es el mismo pero desde la aportación específica de amor paternal, siendo ambos amores, materno-paternofilial, esenciales para el desarrollo de los hijos. La mujer que ha llevado en su seno nueve meses al niño, por su naturaleza, tiene un don mayor para la acogida, el cariño, la ternura, generar calor de hogar; el varón, que para el niño significa la relación con el mundo exterior, ha de procurar firmeza, seguridad y estabilidad. No es una cuestión de privilegios sino de diversidades complementarias para el bien del niño. Nuestro tiempo necesita recuperar el aprecio por el papel de la paternidad. No sirve el amiguete, ni el colega. Hacen falta padres que por amor ejerzan con sus hijos el servicio de la autoridad. Y para que los hijos obedezcan a los padres, los padres tienen que obedecer a Dios. Tenemos que recuperar esos hombres de fe firme, nuestros abuelos campesinos, que han sabido trabajar mucho, y a la vez esperarlo todo del cielo.
¿Es antigua la visión que tiene la iglesia de la familia? ¿Vale para hoy? ¿Es antigua la naturaleza humana? ¿es antiguo tener un hijo? ¿es antiguo amar?. El tema no es si algo es antiguo o moderno. Lo que se ha de buscar es la verdad y el bien; eso es lo que hace libre y feliz, lo demás es palabrería. La visión que tiene la Iglesia de la familia es grande, hace feliz hoy y siempre, igual que Cristo que es antiguo y nuevo para el hombre de hoy y el de siempre, Alfa y Omega, Salvador del mundo, del matrimonio y la familia. Estamos experimentando esto mismo en los cursillos prematrimoniales que damos en la delegación de familia. Cuando expones con claridad la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia la gente sale feliz y entiende que es una gozada vivir el matrimonio católico.
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