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Coronavirus, Pascua y transmisión de la fe: la realidad diaria de una familia numerosa y cristiana

Sat, 11 Apr 2020 09:41:00
 

 La familia Solana Rodríguez de Vera es una más de las millones que en las últimas semanas están confinadas en sus casas debido al coronavirus. José (37 años) y María (36) tienen cinco hijos, Santiago (8 años), Carmen (6), Inmaculada (5), Antonio (3) y Pilar (2), y en apenas un mes llegará un nuevo miembro de la familia tras un nuevo embarazo muy complicado, pues en el último tanto madre como hija pudieron haber perdido la vida.

Esta familia perteneciente a la parroquia de Santiago y San Juan Bautista de Madrid vive su fe en el Camino Neocatecumenal y llevan días preparando con los niños esta Semana Santa y el Triduo Pascual explicándoles desde su propia experiencia de vida en la que Dios es lo más importante de su existencia.

En esta entrevista con Religión en Libertad, este matrimonio explica cómo están viviendo este confinamiento como familia numerosa, las ventajas de vivirlo así aunque mucha gente les compadece por tener tantos niños y también cómo desde la fe todos dan sentido a esta situación que vive a España:

-¿Cómo estáis viviendo el confinamiento una familia tan grande y con un embarazo avanzado?

- De puertas hacia fuera sabemos de primera mano por el testimonio de hermanos sanitarios, la gravedad de esta enfermedad, estamos en contacto con personas muy cercanas que han caído enfermas o que han perdido seres queridos, conocemos el sufrimiento de la impotencia de quienes ven morir a sus familiares sin poder acompañarles y tantos otros dramas como la soledad que la sociedad está viviendo. Ante todo esto nos unimos en oración a toda la familia de la humanidad que vivimos juntos esta pandemia.

Responder esta pregunta en cambio es enfocar la mirada dentro de casa y la lectura es muy diferente. Por el confinamiento estamos todos juntos 24 horas, rezamos juntos, desayunamos juntos, comemos juntos, cenamos juntos, jugamos juntos, nos enfadamos, discutimos, nos reconciliamos… Vivimos y la vida es el arma más potente contra la muerte que rodea en este caso al Covid 19. Estamos viviendo el confinamiento agradecidos a Dios por la familia y todo lo que nos ha regalado.

- Pero seguro que muchos os preguntarán cómo lo hacéis.

- Así es, parecen incluso compadecerse pensando que nuestra situación es más complicada por ser una familia grande y ¡es todo lo contrario! Nosotros rezamos por los que están solos que es el verdadero drama del confinamiento.

María sale de cuentas de nuestro sexto hijo el 31 de mayo y a pesar de las incomodidades propias del final del embarazo estar todos juntos es una bendición, podemos atenderla y permitir que descanse todo lo que una casa como esta permite el descanso (risas).

Gracias al prisma del confinamiento en casa, hemos hecho una lectura optimista de la sociedad ante este acontecimiento: antes del aislamiento teníamos sobre la mesa la ley de la eutanasia, ahora lloramos por nuestros fallecidos, antes del aislamiento los encuentros con vecinos en el ascensor eran incómodos, ahora buscamos espacios para entrar en contacto a través de balcones o patios interiores. Antes del aislamiento buscábamos aislamiento, con esta situación de confinamiento buscamos el contacto con las personas.

Ha sido ensalzado el valor de la vida, aplaudimos a los que velan por protegerla y defenderla, descubrimos que la vida es en tanto en cuanto se comparte con los demás y se lucha por ella. Nosotros en casa, en familia lo llevamos bien porque lo vivimos juntos en oración donde está Cristo quién nos mantiene unidos y contentos.

- Con el padre teletrabajando y la madre con un embarazo muy avanzado y de riesgo, más cinco niños con el mayor con menos de nueve años, ¿cómo os organizáis en el día a día para no morir en el intento?

- Lo mejor es contar un día tal y como es. Por la mañana yo (José) me levanto y me pongo a trabajar. Soy profesor de Secundaria y hay que preparar apuntes, explicaciones, presentaciones, vídeos, audios, recursos, tareas… Los niños se van levantando y van al salón en “silencio” a jugar a algo “tranquilo” para que María y los pequeños puedan “descansar” un poco por la mañana.  Cuando todos están en pie es hora punta, en ese momento yo hago mi parón. Desayunamos todos juntos. Santiago y Carmen, los dos mayores, recogen la mesa del desayuno y a excepción de Pilar, la más pequeña, todos suben a vestirse, hacer las camas y recoger las habitaciones, mientras María y yo empezamos el día rezando juntos laudes, la oración que propone la Iglesia para comenzar bien el día. Esta es la teoría y lo que realmente ocurre, aunque en honor a la verdad siempre poniendo orden, dando instrucciones, los niños se pelean, no obedecen siempre, hay regañinas, hay castigos, llantos, perdones… Rezamos no como monjes trapenses sino como padres de familia numerosa, con constantes interrupciones, ‘me ha dicho, me ha quitado, me ha pegado, no me deja, buahhh…’. Pero estamos seguros que Dios suple nuestras carencias y acepta nuestra oración precaria y le agrada. 

Terminada la oración yo tengo que seguir trabajando frente al ordenador y si lo puedo hacer es porque sobre María recae el peso del verdadero trabajo: organiza la tarea a mayores y pequeños mientras prepara la comida y se pelea con la casa. Una vez más esto no es ideal, la música de fondo es: 'niño obedece, mamá no me dejan en paz, papá qué significa enmarca'. En todos los vídeos y audios que preparo para mis alumnos sale algún niño de fondo… Todo nuevamente con la normalidad propia de una familia numerosa.

El siguiente parón es para comer, que es maravilloso, porque lo hacemos todos juntos con el follón que corresponde a una familia numerosa. Los mayores recogen la mesa, los pequeños y María se echan la siesta y yo subo a seguir trabajando, hasta las 17:30-18:00 cuando desconecto para pasar la tarde en familia. Las tardes en familia son un ejercicio de la creatividad: hacemos pulseras, collares, acuarelas, bailamos, hacemos ejercicio físico, alguna película, sacamos todos los juegos, los volvemos a guardar, nos tiramos al suelo, hacemos combates… Y de nuevo todo con la normalidad propia de una familia numerosa.

A las 19:15 nos juntamos por vídeo conferencia con otras familias de la parroquia y rezamos el rosario online todos juntos, no como trapenses, sino como familia: Dios te salve María, 'niño no cojas eso', llena eres de gracia, 'quieres sentarte bien…'. Con la normalidad propia de una familia numerosa. Después del rosario duchas, pijamas, cenas y a la cama. Damos gracias a Dios, rezamos por los enfermos, oraciones espontáneas y por fin a dormir.

- Y cuándo los niños están dormidos…

-Entonces llega nuestro momento de matrimonio esencial y maravilloso donde compartimos la lucha del día, cenamos, vemos una serie…

No morimos en el intento porque en nuestra casa en medio de todo: trabajos, comidas, juegos… está Dios, o tratamos de que Dios presida cada momento, o mejor dicho que nos organice cada momento, parón para laudes, parón para rosario en familia, inicio y final del día agradeciendo y pidiendo a Dios consuelo y auxilio… No como monjes trapenses, insisto, sino entremezclando la normalidad de la vida de una familia numerosa, y esta vida estoy seguro, es oración permanente, que nos sostiene y fortalece.

- ¿Cómo os estáis preparando estos días para el Triduo Pascual y cómo lo están haciendo los niños?

-Es difícil no haberse preparado para el Triduo Pascual con esta cuarentena que no por casualidad ha coincidido con la Cuaresma. Ayuno, limosna y oración son las armas que propone la Iglesia en este tiempo y son las que hemos intentado empuñar adaptadas a este tiempo de confinamiento. A parte de nuestras oraciones normales, con los niños rezamos el Rosario en familia, como te comentamos antes, y en estos últimos días les transmitimos la alegría de la llegada de la Pascua, con las catequesis de las cuatro noches (la creación, el sacrificio de Abraham, la salida de Egipto y la resurrección de Jesucristo) que se narra en la Vigilia Pascual, el Vía Crucis adaptado y vivido online con otros niños de la comunidad, laudes online con toda la parroquia, ensayamos los cantos de la celebración de la Pascua… En definitiva prácticas en las que ellos se sienten protagonistas de la Fiesta que estamos esperando celebrar todo el año como centro de la vida del cristiano.

- Y a lo largo del resto del año, ¿cómo vive la fe vuestra familia y se la transmitís a vuestros hijos?

-Como aportación te diría que todos los domingos del año, día consagrado al Señor, hacemos una pequeña celebración doméstica, con el rezo de laudes en familia. Cantamos los salmos, abrimos la biblia leyendo una Palabra y tratamos de explicársela aterrizada en nuestras vidas. Ellos tienen la palabra para expresar lo que sienten, sus preocupaciones… y es un momento de reconciliación, donde afloran los conflictos que han podido surgir durante la semana. Esto parece muy ideal, pero puedes imaginarte cómo transcurre la celebración: ‘No tires del mantel, no soples la vela, cállate y escucha, ahora habla papá,  siéntate bien, no pegues a tu hermano…’. Vamos, lo normal en una familia numerosa.

Es muy importante que descubramos todos, los padres y los hijos, que la belleza de la celebración no está en la perfección del orden, en la armonía y la paz del silencio y la escucha, sino en que Cristo ha vencido la muerte, nos ama por encima de nuestros pecados y nos ha abierto el cielo. Por encima de todo, aunque sea caótico (unos días más que otros) se celebra y la celebración continúa por muy mal que se porten o por más impaciencia que mostremos ese día, porque la familia es el lugar donde uno aprende a sentirse amado por ser quién es.

- ¿De dónde sacáis como matrimonio esta fuerza y este alimento para poder fiaros del Señor?

- Toda la entrevista está llena de referencias a compartir la vida, a vivir los unos por los otros, para dar sentido a la existencia. Pues la fe tampoco se puede vivir en soledad. Nosotros vivimos la fe en una comunidad neocatecumenal, en la que la Eucaristía es el centro, el motor que da impulso, que sostiene nuestro matrimonio y nuestra vida. Tenemos también semanalmente una celebración entorno a la Palabra y una convivencia mensual con los hermanos con los que compartimos la fe. Nos sostenemos unos a otros, rezamos unos por otros… nos queremos.

Esta pregunta que planteas nos la hizo la Iglesia, hace 10 años, el día que nos casamos ¿estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos y educarlos según la ley de Cristo y su Iglesia? Respondimos que sí, siendo que esto no es posible para nadie en sus propias fuerzas. Hace falta tener fe y para tener fe hay que recibirla como un don, hay que vivirla y debe ser acompañada, como hacemos entre los hermanos de la comunidad, los catequistas y los sacerdotes que administran los sacramentos.

Cuando alguien nos pregunta: '¿cómo podéis? Yo tengo solo dos y no puedo con ellos'. Yo siempre les digo que tenía la sensación de no poder con uno y luego con dos y luego con tres y así sucesivamente hasta la fecha. Ciertamente no se pueden dar motivos humanos. No nos fiamos nosotros solos, sino como miembros de un pueblo, estamos literalmente rodeados de familias numerosas en medio de esta sociedad actual que mencionas. Es Dios mismo quien ha pensado esta familia para nosotros y como dice San Pablo: ‘Él que comenzó en ti la obra buena, Él mismo la llevará a término’. Esta es nuestra fe.

- En el último parto todo fue muy complicado, donde la vida de María y de vuestra hija pequeña corrió peligro. Este también tiene sus complicaciones y el próximo mes llega a término: ¿cómo lo vivís dadas además las circunstancias de los hospitales con el virus?

-Cuando nació Pilar de forma prematura a María le practicaron una cesárea de urgencia por desprendimiento de placenta. En un momento me encontré solo con mi mujer en el quirófano sin saber si volvería a verla. Es lo más duro que he vivido jamás. En esa soledad en plena noche no sabía qué hacer, me levantaba, me sentaba comenzaba una oración, no sabía qué rezar y lo único que me salía del corazón era: ‘Señor que yo no puedo solo, que si me has dado esta familia la necesito a mi lado para sacarla adelante, Señor, no te la lleves, que no sé hacer coletas’, oraciones sencillas de la vida cotidiana. No sé el tiempo que transcurrió hasta que una doctora, mi ángel de la guarda, salió para informarme de la situación. Tenía una hija de 1200 gramos en una incubadora en la UCI con citomegalovirus congénito y mi mujer estaba en quirófano recibiendo por transfusión un litro de sangre.

Puede parecer una situación dramática, pero yo tenía el corazón lleno de alegría, estaban vivas y yo me sentía caminando por encima de la muerte. Cómo respuesta a mi oración en el hospital, leyendo un día el Génesis cuando Dios habla a Adán y le dice te doy a Eva como ayuda, entendí en primera persona que la ayuda que Adán recibe es ayuda para vivir, de la misma manera que yo he recibido a María como ayuda para vivir. Porque la vida si no se comparte no se entiende, no se vive. Lo que hemos dicho en la primera pregunta y que la sociedad está experimentando este tiempo de aislamiento.

Después de un mes ingresados en el hospital nos mandaron a casa. Pilar seguía un tratamiento antiviral que le producía neutropenia severa, tenía el sistema inmunológico muy vulnerable y no debía coger ninguna infección ¿Cómo se hace eso en una casa con otros cuatro niños cada dos por tres con bronquilotis, otitis, faringitis…itis? Pues tuvimos que pasar nuestro propio confinamiento autoimpuesto. Pilar estaba en una habitación aislada y cada vez que lloraba entraba en su cuarto, me desinfectaba, me cambiaba de ropa, la atendía y al salir me volvía a cambiar para evitar cualquier contagio…

Tenemos la experiencia de que en todo este tiempo nos sostuvo la oración de mucha gente, especialmente de nuestra comunidad neocatecumenal en la que vivimos nuestra fe. Este acontecimiento que aparentemente era de muerte lo afrontamos con ánimo y alegría, lo recordamos con cariño por la certeza de haber visto el paso de Dios en nuestra vida.

Es por eso que, aunque en este nuevo embarazo María tiene placenta previa y le harán una cesárea programada, la experiencia vivida nos ayuda a no caer en la angustia. Te mentiría si no te dijese que estamos preocupados, pero la realidad es que el nacimiento de Pilar, ha sido un sello de actuación de Dios en nuestro matrimonio, en nuestra familia y si Dios acontece todo se llena de sentido. Lo vivimos con el miedo natural humano, pero confiados en Su Providencia.









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