Pedro, Pablo y Teresa son de Barcelona, pero han vivido la mayor parte de su vida en Finlandia, hasta donde sus padres se desplazaron en el año 2000 como misioneros junto a sus, por entonces, ocho hijos. Luego llegaron al mundo otros siete, que ya nacieron en el país nórdico. Se trata de la familia Pérez Gutiérrez.
Pertenecientes
al Camino Neocatecumenal, el matrimonio se conoció en la década de los
ochenta en la ciudad condal, aunque ella es de origen vasco. Pese
a que su familia le inculcó los valores cristianos, fue en su etapa
como estudiante de Química en San Sebastián donde redescubrió la fe, tal y como cuenta en ‘Betania’ (canal de la diócesis de San Sebastián) Pedro, que con treinta años es el mayor de los quince hermanos y ordenado diácono.
“En San Sebastián empieza un itinerario en la parroquia de María
Reina. Ella tenía sensibilidad religiosa que recibió de su madre y luego
de las teresianas. En esta parroquia escucha las catequesis del Camino Neocatecumenal y redescubre su fe. Cuando termina sus estudios en Barcelona conoce a mi padre, que es catalán”
En 1990 la vasca y el catalán se casan, pero, como comenta Pedro, “nadie se levanta una mañana queriendo ser misionero”. Fue el Papa Juan Pablo II quien les envió como familia misionera a Finlandia, más concretamente a Oulu, cerca de Helsinki,
donde permanecieron durante trece años: “Se pedía a las familias
acompañar a los presbíteros a fundar comunidades cristianas. Nosotros
fuimos junto a otras tres familias italianas”.
“Una vez que la
misión se consolidó, pidieron a mis padres que, si era posible
transferirse a una misión que empezaba de cero en la parte oriental de
Finlandia, cerca de la frontera rusa: “Desde hace siete años viven mis padres con mis hermanos que aún permanecen en casa. Yo hace once años que inicié mi camino en solitario en mi vocación al sacerdocio”.
Teresa
es la octava de las hermanas, y la última en nacer en Barcelona. Tras
estudiar Auxiliar de Enfermería, está ampliando sus estudios de
Enfermería en Finlandia. Entre sus planes está casarse con un joven
burgalés, cuya familia también es misionera en Finlandia, un país donde la tasa de católicos apenas llega al 0,2% (unas 15.000 personas).
Se
declara feliz en el país, pero confiesa que no todo fue fácil: “No he
aprendido al 100% su lengua. En casa seguimos hablando castellano. Yo
nunca he tenido problema en hacer amigos, porque en Finlandia España
gusta mucho. Muchas veces me preguntan qué hago aquí, y es difícil explicarles que servimos a la Iglesia de manera voluntaria, sin cobrar”, explica en ‘Betania’.
Pablo
también evocaba el miedo que sintió cuando tenía siete años e ingresaba
en una escuela finlandesa: “Fuimos al colegio llorando el primer día y
volvimos contentísimos. Hay que acostumbrarse al lugar, al clima que es duro, y la tierra natal siempre tira. De joven había periodos que pensaba en volver a Barcelona, que tiene una realidad de Iglesia más grande”.
Al igual que Pedro, Pablo fue ordenado diácono hace unas semanas en una diócesis de Rumanía,
donde se encuentra en las misiones. Asegura que desde su infancia
sintió la llamada a ser cristiano y también al presbiterado: “Hice el
camino vocaciones. Con 19 años entré en el seminario y desde hace nueve
años estoy como misionero en Rumanía.
A lo largo de estas dos décadas, la familia Pérez Gutiérrez compaginan su labor misionera con otras actividades que le permitan subsistir económicamente. El padre de familia fue durante años electricista. Hoy en día limpia casas.
Teresa
pronto finalizará sus estudios de Enfermería, pero no desea volver a
España: “Sinceramente, me siento misionera en Finlandia y participo en
la misión. He estudiado Enfermería porque hay muchos ancianos y
necesitan ayuda”.
Y
es que cuando los hijos que pertenecen a una familia misionera, pueden
optar por dos caminos una vez que se independizan y forman sus propias
familias: seguir por el camino de la misión o explorar otras vías.
En el caso de los Pérez Gutiérrez, los cuatro hermanos que ya han contraído matrimonio han optado por seguir en Finlandia,
como precisa Pedro durante la entrevista: “Muchas familias cuando
fundan una nueva empieza de cero. Los primeros años se reinventan, y
otros se desvinculan. Hay quienes regresan para vivir su vocación
cristiana en su país de origen. En el caso de mi familia, mis hermanos
han manifestado su disponibilidad. Mi hermana Ana fue enviada a Vietnam
con su familia y estuvieron dos años. Ahora están en otra ciudad de
Finlandia”.