Mons. José Luis Mumbiela es obispo de la antigua capital
de Kazajistán, Almaty, y natural de Monzón (Huesca). Ha venido a España para
participar en los actos de presentación y promoción del DOMUND de este año, ha
visitado Torreciudad y nos cuenta en esta entrevista algunos aspectos de su
trabajo como misionero y su relación con la Virgen María.
¿Qué
hace un obispo aragonés, desde hace más de 23 años, a 6.000 km. de su tierra?
Pues
pasarlo bien, que es lo que debemos procurar en todos los lados… (ríe). Trato
de hacer lo que Dios me va pidiendo. Llegué a Kazajistán como sacerdote en
1998, respondiendo al impulso de san Juan Pablo II por atender a los católicos
de estas tierras de Asia central. En 2011, el Papa Benedicto XVI me nombró
obispo de Almaty, la antigua capital del país. Desde entonces desempeño este
servicio pastoral, convencido de que es lo que Dios quiere para mí, con el
corazón puesto en ese pequeño 1% de católicos que vive en esa extensa nación.
¿Y
qué hace ahora en Torreciudad?
Yo soy
de cerca de aquí, de Monzón, y hoy he venido a agradecer a la Virgen su
constante cariño maternal, sus constantes cuidados, grandes y pequeños. También
le he ofrecido las intenciones que llevo dentro, los recuerdos, las personas,
los sueños e ilusiones de los sacerdotes que estamos ahí… Y pedir, que para eso
están las madres, he venido también para pedir algunas cosicas…
¿Qué
papel juega Santa María en la actividad misionera de la Iglesia?
Ella es
la estrella de la evangelización. Dios quiso que estuviera en Pentecostés con
los apóstoles, porque la Iglesia necesita verla no solo como Madre de Jesús,
sino como discípula predilecta del mismo Cristo y modelo para todos. Los apóstoles
tenían que ir a todo el mundo, salir a las plazas para anunciar el Evangelio, y
para dar este primer paso, María tenía que estar ahí. Como madre, Ella les dio
con su presencia la fortaleza y la ternura que necesitaban. La Iglesia ha de
hacer lo mismo, porque no es una simple jerarquía de cargos: la Iglesia es
Madre. Y el modelo permanente y universal no es un obispo o un Papa
determinados, el modelo lo da María. Una Iglesia misionera ha de ser, por tanto
y sobre todo, Madre con la gente, con todas las personas.
Los
peregrinos que acuden a un santuario mariano, ¿cómo pueden apoyar a las
misiones?
En
primer lugar, pidiendo por ellas, y a la vez, siendo ellos mismos misioneros. A
la casa de la Virgen se viene a pedir pero también se viene para ofrecerse,
para decirle al Señor «aquí estoy para lo que quieras», como hizo Santa María.
Ese ofrecimiento es la mejor disposición para que sus oraciones nos lleguen a
nosotros, estar dispuesto a ser misionero en el lugar en el que uno vive y a
dar testimonio de su fe.
El
DOMUND es una jornada que comenzó hace 95 años, en 1926. ¿Sigue siendo una gran
ayuda para la tarea misionera?
Es una
ayuda grande y muy necesaria, porque el dinero resulta preciso para poder
subsistir en las misiones y desarrollar nuestra labor con la gente. El DOMUND
tiene ciertamente una dimensión de oración, pero también material, y las
iglesias en misiones, en muchos lugares, son iglesias pobres. La Iglesia en
Kazajistán está como en pañales, no tiene casi nada, y en absoluto es
autosostenible, necesitamos esa ayuda material.
¿Es
necesario que los católicos seamos más generosos ese día?
La
jornada del DOMUND es muy importante, pero la generosidad ha de ser constante,
no solo un día al año. Cuando eres generoso diariamente, comprendes mejor lo que
es colaborar con el DOMUND. Es una actitud de vida, porque entonces uno también
es misionero y sabe que en tierra de misión, como es Kazajistán, se precisa esa
ayuda. Es darse cuenta de que la Iglesia necesita de mi colaboración, algo que
ya hacían los primeros cristianos.
¿Qué
papel ha desempeñado el obispo de Almaty en el DOMUND 2021 en España?
Es muy
de agradecer que los organizadores, las Obras Misionales Pontificias, me hayan
exprimido un poquito, que para eso estamos. He dado charlas, entrevistas, conferencias,
dando testimonio de lo que vivimos en Kazajistán y confiando en que tendrán su
fruto en las personas que lo han escuchado. Precisamente ese es el lema que el
Papa Francisco puso para este DOMUND 2021, cogiéndolo del libro de los Hechos
de los Apóstoles: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído». Mi
experiencia es diversa de la de otros territorios de misión, cada uno tiene sus
peculiaridades, pero resulta común a todos comprobar lo beneficioso que resulta
compartir estas vivencias. Y no se trata de exponer sufrimientos, sino de
contar alegrías, no ser unos «quejicas» sino mostrarnos optimistas. Por eso
estoy hoy aquí, sobre todo para agradecer a Nuestra Señora tantos favores como
nos ha conseguido.
Torreciudad
se ha renovado para adaptarse a las necesidades de los visitantes y peregrinos
del siglo XXI. ¿Cómo valora estos cambios?
Cuando a
una madre sus hijos le renuevan la casa, porque le cambian la cocina, la
televisión, las luces…, los hermanos que viven lejos se alegran muchísimo
cuando ven el resultado. A mí me ha pasado algo parecido, esta renovación de
Torreciudad, hecha con tanto cariño y también con tanta calidad, ha sido un
gozo para la Virgen. Su casa está mucho mejor, recibe muy contenta a todos sus
hijos mostrándoles las novedades pero con la mirada puesta en la renovación más
importante, que es la de su corazón. Doy gracias a Dios por todo ello.
¿Alguna
petición para los que visitan Torreciudad?
Que
aparte de sus peticiones particulares, se acuerden de nosotros, los misioneros.
Somos gente corriente, con alegrías y preocupaciones, y agradecemos mucho estas
oraciones, sobre todo en estos rinconcicos que son los santuarios marianos. Una
madre quiere mucho a sus hijos, pero tiene más nostalgia por los que viven
lejos, de modo que estoy convencido de que los que estamos lejos tenemos un
lugar especial en el corazón de la Virgen. Que los peregrinos le hablen de
nosotros, que eso a Ella le gustará.