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Portada:: Razón y Fe:: D. Pablo Mª Ozcoidi:: La fe, participación en la Sabiduría divina

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La fe, participación en la Sabiduría divina

Mon, 12 Jan 2009 21:18:00
 

Carta a Bartimeo, ciego de nacimiento

Estimado Bartimeo:

Cuenta San Marcos como Jesús te curo de la ceguera proporcionándote una nueva capacidad para llevar una vida nueva, más capaz, más digna. Dice así:

Llegan a Jericó. Y al salir él de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, el hijo de Timeo, Bartimeo, ciego, estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. Y al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a gritar y a decir: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí. Y muchos le reprendían para que se callase. Pero él gritaba mucho más: Hijo de David, ten compasión de mí. Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle. Llaman al ciego diciéndole: ¡Animo!, levántate, te llama. El, arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús, preguntándole, dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le respondió: Rabboni, que vea. Entonces Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino (Mc 10, 46-52).

Ciego estabas sentado en el camino, suspirando por las limosnas. La causa era la ceguera que te impedía poder llevar una vida normal. ¡Cómo lo sabías!, ¡lo tenías bien experimentado! Hay muchas personas, Bartimeo, que no están ciegos en sus cuerpos, pero sí en sus almas y esta ceguera es peor que la tuya porque impide ver a Dios conlos ojos del alma. Tú, sabías que eras ciego y deseabas ardientemente curarte. Todos los ciegos corporales saben que lo son, en cambio no sucede así con los ciegos espirituales que piensan que ven y no creen tener necesidadde auxilio. Esto les pasa a los ateos con la existencia de Dios y en tu tiempo les pasaba a los fariseos en la comprensión de la palabra de Dios y en el examen de su conducta.

Cuando te enteras de que Jesús está en Jericó arde tu corazón en la esperanza. Habías oído hablar de sus muchos milagros, habías esperado que un día fuese a tu ciudad y ese día había llegado. Empezaste a gritar: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí. Pero parecía que el señor no atendía tu llamada y seguiste gritando. ¡Cómo no ibas a hacerlo si aquella era la oportunidad de tu vida! Pero la gente, los que solamente veían con los ojos del cuerpo, te decían que callaras. Pero tu no callaste, no podías callar porque veías con los ojos del alma.

La necesidad de luz para tus ojos maltrechos había potenciado tu fe. Gritabas y gritabas. El Señor quería que lo hicieras para que aprendamos que para conseguir los dones de Dios hay que ser constantes en la petición. Muchos te reprendían para que no molestaras al maestro y te callaras. No estabas tú en condiciones de escuchar a estos agoreros. Seguías gritando. Entonces, leemos más adelante: Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle. Llaman al ciego diciéndole: ¡Animo!, levántate, te llama.

Jesús te llamó y tu corazón comenzó a arder en la esperanza de la curación. Más todavía cuando oíste que te decía: ¿Qué quieres que te haga? Y tú le respondiste: Rabboni, que vea (ut videam). Jesús te dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Entonces, recobraste la vista, y le seguía por el camino. El Señor te cura y tú, ya no ciego, le seguías. Eras un hombre nuevo. Ya no eras un mendigo, ni un inútil. Estabas feliz. Veías. Andabas.

Recobraste la luz natural, los hombres necesitamos la sobrenatural. Muy consciente de esto era San Josémaría. Siendo un adolescente vio la huellas de un carmelita descalzo en el suelo nevado de Logroño, quedó muy removido y entendió que Dios le pedía algo. Desde entonces repetía la jaculatoria ¡Domine, ut videam!, que vea. Así estuvo hasta 1928 en que vio el Opus Dei, y después. Sabía que necesitaba ver más, profundizar más, estar más en sintonía con Dios. ¿Cuántas veces en su vida repitió la jaculatoria: ¡Que yo vea con tus ojos, Cristo mío, Jesús de mi alma! Tenía hambres de Dios y Dios no dejó de atender sus peticiones. Así fue conociendo cada vez más a Dios.

Hemos de desear ver la realidad con los ojos de Dios. Muchas veces cuando padecemos contradicciones buscamos un culpable para ensañarnos al menos interiormente con Él, pero si, por el contrario tenemos el hábito de pensar que todo lo que nos sucede es por voluntad o permisión divina, entones las cruces más duras se hacen llevaderas, conscientes de lo que dice San Pablo: Pues sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios, los que según su designio son llamados (Rom 8,28).

Si tenemos esta visón sobrenatural podremos llevar una vida sobrenatural. El hombre ciertamente se abre a la Sabiduría divina por la fe, pero si esta fe está viva cambia radicalmente la vida de las personas. La fe muerta no cambia nada. En la epístola a los Hebreos leemos en texto largo y que me voy a tener que mutilar:

Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que el de Caín; por ella fue declarado justo al aceptar Dios sus ofrendas, y por la fe, aún después de muerto, todavía habla. (...). Sin fe, en efecto, es imposible agradarle, porque el que se acerca a Dios debe creer que existe y que premia a quienes le buscan.

Por la fe, Noé, prevenido por Dios acerca de lo que aún no se veía, construyó con religioso temor un arca para la salvación de su familia (...).

Por la fe, Abrahán obedeció al ser llamado para ir al lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba. (...).

Por la fe, también Sara, que era estéril, recibió vigor para concebir, aun superada ya la edad oportuna porque creyó que era digno de fe el que se lo había prometido. De modo que de uno solo, y ya decrépito, nacieron hijos tan numerosos como las estrellas del cielo e incontables como las arenas de las playas del mar.

En la fe murieron todos ellos, sin haber conseguido las promesas, sino viéndolas y saludándolas desde lejos, yreconociendo que eran peregrinos y forasteros en la tierra. Los que hablaban así manifestaban que iban en busca de una patria.(...).

Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía al unigénito respecto del cual se le había dicho: en Isaac tendrás descendencia.(...).

Por la fe, Isaac dio la bendición de los bienes futuros a Jacob y Esaú. Por la fe bendijo Jacob al morir a cada uno de los hijos de José y le adoró apoyado sobre el extremo de su bastón. (...).

Por la fe, Moisés, recién nacido, fue ocultado durante tres meses por sus padres, porque vieron que el niño era hermoso y no temieron el edicto del rey. Por la fe, Moisés, ya adulto, se negó a ser llamado hijo de la hija del Faraón, y prefirió verse maltratado con el pueblo de Dios que disfrutar el goce terreno del pecado, estimando que el oprobio de Cristo era riqueza mayor que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. (...).

Por la fe celebró la Pascua y la aspersión de la sangre, para que el exterminador no tocara a los primogénitos de los judíos. Por la fe cruzaron el Mar Rojo como si fuera tierra seca, mientras que los egipcios que lo intentaron fueron tragados por las aguas. Por la fe se derrumbaron los muros de Jericó después de ser rodeados durante siete días. (...).

¿Qué más diré? Me faltaría tiempo si tuviera que hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los Profetas, que por la fe sometieron reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas, cerraron bocas de leones, apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, curaron de sus enfermedades, fueron valientes en la guerra y abatieron ejércitos extranjeros.

Hubo mujeres que recuperaron resucitados a sus muertos. Algunos fueron torturados, porque rehusaron la liberación para lograr una resurrección mejor. Otros soportaron escarnios y azotes, e incluso cadenas y cárcel.

Fueron apedreados, aserrados, muertos a espada, anduvieron errantes cubiertos con pieles de oveja y de cabra, carentes de todo, atribulados y maltratados-¡el mundo no era digno de ellos!-, perdidos por desiertos y montes, por cuevas y cavernas de la tierra. Y aunque todos recibieron alabanza por su fe, no obtuvieron sin embargo la promesa (Heb 11, 4-39).

Admirable pasaje en que se nos muestra cómo opera la fe en personas muy concretas. La fe les llevó a una mejor conducta, llenó su corazón de esperanza y por ella obedecieron. Prefirieron sufrir a una vida cómoda, otros alcanzaron victorias, pero también hubo quienes fueron torturados y maltratados. ¡Quien dice que tiene fe pero lleva la misma conducta que los paganos es un mentiroso!

La fe es una virtud sobrenatural en la que siempre se puede crecer. Por eso hay personas que tienen más visión sobrenatural que otras. Ante ellas el Señor se conmueve y hace los más sorprendentes milagros. Un día alabó la visión sobrenatural de Pedro.

En el siguiente pasaje el Señor alaba la fe de Pedro, su visión sobrenatural. Cuenta el Apóstol San Mateo:

Cuando llegó Jesús a la región de Cesaréa de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos respondieron: Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16,13-16).

Pedro vio más lejos que los demás discípulos, tuvo más visión sobrenatural. Declaró que Jesús era el Hijo de Dios. Esta confesión produjo gran alegría al Señor que le hizo a él otra confesión paralela.

Jesús le respondió: Bienaventurado eres, Simón hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que atares sobre la tierra quedará atado en los Cielos, y todo lo que desatares sobre la tierra, quedará desatado en los Cielos. (Pedro pasa a ser objeto de fe. Goza de una especial asistencia del Espíritu Santo. Infalibilidad (Mt 16,17-19).

Dice Jesús a Pedro: tú has creído en Mí. A partir de ahora todos tendrán que creer en ti y a ti. Tú eres la roca de la Iglesia, la garantía de su supervivencia; el que se aparté de ti quedará confundido. Así Pedro pasa de creyente a objeto de fe.

Cabe, pues, un crecimiento en la fe. Y la fe se expresa y se alimenta en la oración. El que cree habla con Dios. Se comunica con Él. Y alcanza las gracias del Señor. Ese crecimiento está llamado a ser progresivo, a crecer de día en día. Hay personas que tienen una gran intimidad y confianza con el Señor. Hay otras que alcanzan luces sobre sus misterios. Y no faltan muchos que tienen experiencias místicas. La fe es abandono fundado, no ciego; pero al ser vivida el alma encuentra la confirmación y la seguridad de lo que ha creído, porque ya tiene experiencia de los divino.

Por eso se puede decir, sin menospreciar el estudio, que las almas más contemplativas, las que han alcanzado un mayor grado de experiencia de los divino, lo deben a la oración. De la misma manera que a Dios le atrae la fe, la visión sobrenatural, la confianza en Él, le repele la falta de fe. Quien no tiene fe nada alcanzará del Señor. Por eso cuando los israelitas fueron a ver la tierra prometida y volvieron sin fe y con miedo Dios les castigó y el castigo fue andar errantes durante cuarenta años por el desierto del Sinaí y no pisar aquella tierra. Así se narra este suceso en el libro de los números.

Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar la tierra. Fueron y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad de los israelitas, en el desierto de Parán, en Cadés. Les hicieron una relación a ellos y a toda la comunidad, y les mostraron los productos del país. Les contaron lo siguiente: «Fuimos al país al que nos enviaste, y en verdad que mana leche y miel; éstos son sus productos. Sólo que el pueblo que habita en el país es poderoso; las ciudades, fortificadas y muy grandes; hasta hemos visto allí descendientes de Anaq. El amalecita ocupa la región del Négueb; el hitita, el amorreo y el jebuseo ocupan la montaña; el cananeo, la orilla del mar y la ribera del Jordán.

Caleb acalló al pueblo delante de Moisés, diciendo: «Subamos, y conquistaremos el país, porque sin duda podremos con él.» Pero los hombres que habían ido con él dijeron: «No podemos subir contra ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros.». Y empezaron a hablar mal a los israelitas del país que habían explorado, diciendo: «El país que hemos recorrido y explorado es un país que devora a sus propios habitantes. Toda la gente que hemos visto allí es gente alta. Hemos visto también gigantes, hijos de Anaq, de la raza de los gigantes. Nosotros nos teníamos ante ellos comosaltamontes, y eso mismo les parecíamos a ellos (Num 13, 25-33).

No confiaron en Dios y tuvieron miedo. Ese miedo le hizo ver la realidad deformada hasta el punto de confundir a todo el pueblo judío que se quejaba de Dios y se lamentaba. Entonces Dios los castigó por no confiar en quien tantos prodigios había hecho para sacarles de Egipto. Todos los menores de veinte años morirán en el desierto menos Caleb y Josué que era los únicos que permanecieron fieles al Señor. Se lee así en el capítulo 14 del libro de los Números:

Yahveh habló a Moisés y Aarón y dijo: «¿Hasta cuándo esta comunidad perversa, que está murmurando contra mí? He oído las quejas de los israelitas, que están murmurando contra mí. Diles: Por mi vida - oráculo de Yahveh - que he de hacer con vosotros lo que habéis hablado a mis oídos.

Por haber murmurado contra mí, en este desierto caerán vuestros cadáveres, los de todos los que fuisteis revistados y contados, de veinte años para arriba. Os juro que no entraréis en la tierra en la que, mano en alto, juré estableceros. Sólo a Caleb, hijo de Yefunné y a Josué, hijo de Nun, y a vuestros pequeñuelos, de los que dijisteis que caerían en cautiverio, los introduciré, y conocerán la tierra que vosotros habéis despreciado.

Vuestros cadáveres caerán en este desierto, y vuestros hijos serán nómadas cuarenta años en el desierto, cargando con vuestra infidelidad, hasta que no falte uno solo de vuestros cadáveres en el desierto. Según el número de los días que empleasteis en explorar el país, cuarenta días, cargaréis cuarenta años con vuestros pecados, un año por cada día. Así sabréis lo que es apartarse de mí. Yo, Yahveh, he hablado. Eso es lo que haré con toda esta comunidad perversa, amotinada contra mí. En este desierto no quedará uno: en él han de morir (Num 14, 26-35).

Duro castigo a la falta de confianza en Dios. De todas formas hay que entender bien esta confianza que no exime de compromiso. Dios ayuda pero hay que poner los medios, hay que jugarse la vida, hay que arriesgar.

Muchas más cosas se pueden decir de esta participación de la Sabiduría divina en el alma por la fe, pero es preciso no alargarse más.







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