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La Cruz, plenitud de la Revelación

Fri, 02 Jan 2009 21:27:00
 

Carta a San Juan,discípulo amado del Señor:

Muy estimado apóstol Juan:

En esta carta quiero centrarme en la misión del Señor, en lo que vino a hacer a la tierra el Verbo encarnado. Para ello voy a empezar citando unas palabras de tu primera epístola, breves pero de gran trascendencia. Dices Dios es amor (I Jn 4,8). De ahí podemos deducir que si el Verbo se encarnó es «para amar», en primer lugar al Padre y, por Él, a los hombres. Conclusión muy importante que lo acabo de exponer es que «no hay motivos» para temer a Dios. Un cristiano no puede fundar su vida religiosa en el miedo, sino en el hecho de saberse querido por Dios.

Así pues la misión de Jesús es amar, pero ¿a quién? Como he dicho en primer lugar a su Padre celestial, amor que se manifiesta en una obediencia rendida. Un día en que los discípulos le pidieron que comiera contestó:

Pero él les dijo: Yo tengo para comer un alimento que vosotros no conocéis. Decían los discípulos entre sí: ¿Acaso le trajo alguien de comer? Jesús les dijo: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra (Jn 4, 32-34).

Y ¿cuál es la obra que el Padre le ha encomendado hacer? La respuesta es fácil: Amar a los hombres con obras y de verdad. Pero Jesús, Verbo encarnado, es hombre y como también ama con el cuerpo tiene «sentimientos» como nosotros. Los sentimientos de Jesús siempre fueron buenos, mientras que entre nuestros los hay buenos y también malos.

La actitud de Jesús se resume en la breve frase: Pertransiit benefaciendo (pasó por la tierra haciendo el bien). Cuando el Señor está clavado en la cruz pide clemencia para quienes le han condenado o ejecutado la condena: Padre, perdónalos porque no saben lo que se hacen. Dios es Amor, Jesús es Amor. Por eso cada escena de la Escritura expresa los sentimientos sobrenaturales de Cristo que deben ser luz para nosotros. «Jesús, que se conmueve, que se estremece, que llora, que se alegra». Se estremece ante el donativo minúsculo de una pobre mujer cuya pobreza conoce, como conocer el amor que abriga su corazón. Se llena de gozo cuando le presentan unos niños por su inocencia. También se alegra porque su Padre ha revelado misterios a los sencillos que permanecen ocultos a los sabios. Jesús se conmueve ante la viuda de Naín y llora ante la tumba de Lázaro. ¿Somos nosotros así? Porque tal vez lloramos, sí; pero cuando nos han herido en nuestra soberbia, luego pasamos de largo junto a las necesidades de otros y nos quedamos tan frescos.

Pero de un modo muy especial despiertan la sensibilidad de Jesús las necesidades espirituales de los hombres como se ve en la escena de Zaqueo al que transforma interiormente cuando le dice: conviene que hoy me hospede en tu casa... Zaqueo convertido responde: Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres y si he defraudado en algo a alguien le devuelvo cuatro veces más. Jesús se llena de alegría. En otra ocasión cuando hace apóstol a Mateo le dice sígueme; después comió en su casa con publicanos, gente reputada como pecadores. Esto fue criticado por los fariseos, pero Jesús dijo: Notiene necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Y cuando le presentan a una mujer adúltera y le preguntan qué se debe hacer con ella, si deben apedrearla como manda Moisés, hace que se vayan los acusadores y cuando está a solas con ella le dice: Yo tampoco te condeno, vete y no peques más. También se conmueve porque una mujer llora sus pecados echándole perfume sobre su cabeza, y al fariseo que le hospeda pero que le critica interiormente por dejar hacer a la mujer le echa en cara las faltas delicadeza que ha tenido con Él y su espíritu crítico. Ante todo enfermo el Señor reacciona por eso se estremece ante la fe del centurión que solicita la curación de su siervo. También se admira ante una mujer sirofenicia que pide la curación de su hija: Oh mujer grande es tu fe. Nosotros hemos de cuidar nuestro sentimientos y como dice San Pablo procurar que se ajusten a los de Cristo.

Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, sino que se anonadó a si mismo tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y, mostrándose igual que los demás hombres, se humilló a si mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre; para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: ¡Jesucristo es el Señor!, para gloria de Dios Padre (Phil 2, 5-11).

En este texto San Pablo habla de la humildad de Cristo que «se anonadó» tomando la forma de siervo y «se humilló» hasta la muerte y muerte de cruz. Aunque San Pablo no hace referencia al sentido de esa muerte obediente, sabemos bien que Jesús murió por nuestra salvación. Por eso doblamos la rodilla al nombre de Jesús y confesamos que ¡Jesucristo es el Señor!. Jesús se humilla para servir a los hombres. En muchas ocasiones manifestó esta misión pero fue particularmente elocuente cuando lavó como siervo los pies de los discípulos dándonos así ejemplo de cómo debemos de comportarnos. Poco después llama a los discípulos amigos y les dice que lo demuestra de dos maneras, mediante sus confidencias y mediante la entrega de su vida.

Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros, en cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer (Jn 15,13-15).

Estimado apóstol, tú escuchaste estás palabras que ahora recibimos con agradecimiento porque nos manifiestan hasta donde llega el amor de Dios por los hombres. Jesús ha venido a la tierra para decirnos cómo se va al cielo y para, con su muerte, abrirnos las puertas del paraíso, por eso con toda autoridad el Señor predicó la parábola del Buen Pastor y la aplicó a su misión:

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas. El asalariado, el que no es pastor dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye y el lobo las arrebata y las dispersa, porque es asalariado y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, conozco las mías y las mías me conocen (Jn 10,11-15).

Jesús nos conoce a cada uno y da la vida por nosotros. Por eso San Pablo emocionado dirá Dilexi me tradidit semetipsum pro me, (me amó y se entregó a sí mismo por mí). Estas palabras podemos hacerlas. Conocemos bien las humillaciones, infamias, vejaciones, dolores y muerte que padeció el Señor. La Pasión del Señor es la mayor prueba del amor de Cristo y también del Padre por nosotros. Recoges en tu Evangelio un diálogo entre Jesús y Felipe que ilustra este punto:

Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta". Jesús le contestó: "Felipe, ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no me has conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mí mismo. El Padre, que está en mí, realiza sus obras" (Jn 14, 8-10).

Y tú mismo en la primera epístola nos dices refiriéndose al Padre:

En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios: en que Dios envió al mundo a su Hijo Unigénito para que recibiéramos por él la vida. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados (I Jn 4,9-10).

Dios nos ha amado primero, nosotros tenemos que corresponder con agradecimiento y siguiendo las pisadas de Jesús, el Hijo amado del Padre. Conmueve el detalle con que Isaías profetiza la Pasión del Señor señalando no solamente como padeció sino también la razón por la que lo hizo:

Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas.El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas erramos,cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca. Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa?Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido (Is 53-3-8).

Acertadas palabras que manifiestan el amor divino por el hombre. ¡Gracias, Señor! En la cruz está la plenitud de la Sabiduría como enseña San Pablo:

Pues los judíos piden signos, los griegos buscan sabiduría; nosotros en cambio predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, judíos y griegos, predicamos a Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres (I Cor 1, 22-25).

Es importante subrayar que la fe cristiana no se apoya en elmiedo, sino en la confianza. A Dios no debemos temerle. Sería absurdo. Hay muchas personas que tienen un miedo infundado de Dios. ¡Que absurdo!, ¡qué locura! Si Dios es amor y Dios se nos manifiesta en Cristo y quiere que todos los hombres se salven. Jesús pasó por la tierra haciendo el bien. Si alguien pierde su vida, esto no sucederá a causa de Jesús que conoce a las ovejas, que las lleva a los buenos pastos de la verdad y da la vida por ellas. Dios no es terrible, Jesús no es terrible.

Tanto nos ama el Padre que envía a su Hijo, a su Amado, como víctima por nuestros pecados. Al recordar palabras tan consoladoras conviene señalar que Dios será misericordioso con quien haya puesto los medios, lo haya intentado de verdad, aunque sean grades sus debilidades, pero no lo será y temblarán los que considerándose autosuficientes hayan dado la espalda a Dios, a un Dios que está siempre pronto a escucharnos. Por eso los ángeles al nacer Jesús no cantaron para todos los hombres, sino para los de buena voluntad: Gloria a Dios en elCielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Pero, misericordia, amor, perdón, esto es lo que Dios quiere para los hombres.







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