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Ver y Creer: “Lo vamos a extrañar…”

Thu, 02 Jun 2016 10:11:00
 

 

Lo vamos a extrañar, esto es seguro. Los obispos, presbíteros, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, lo vamos a extrañar. También las autoridades civiles, pues si hay una característica indiscutible en la personalidad del Nuncio Christophe Pierre es el trato amable de una persona que se distingue por ello.

Yo lo voy a extrañar mucho, yo recibí de él palabras y gestos de bondad humana, también consejos, opiniones y orientaciones. Siempre que lo busqué siempre estuvo disponible para mí con su tiempo, su escucha, su palabra…

Ahora se va de México a cumplir con otra encomienda que le confía el Papa, se va a la Nunciatura en los Estados Unidos, cargo que por sí mismo habla de su experiencia al servicio de las relaciones exteriores de la Santa Sede. No la tendrá fácil en aquel país, pero la Providencia divina y su trato amable serán sus aliados en su desempeño.

Monseñor Christophe Pierre, que nació en Rennes, Francia, el 30 de enero de 1946, que obtuvo una maestría en Sagrada Teología y un doctorado en Derecho Canónico, y que estudió en la Pontificia Academia Eclesiástica de 1973 a 1977, sirvió en México a dos papas y a ambos los trajo a este país: a Benedicto XVI, quien lo nombró nuncio apostólico para México el 22 de marzo de 2007 y a Francisco, quien lo saca de México para trasladarlo a Estados Unidos.

Christophe Pierre deja México satisfecho de su misión cumplida, y se retira del país reconocido con la máxima condecoración que entrega el Estado mexicano, la Orden del Águila Azteca, condecoración que le fue conferida el 30 de mayo en las instalaciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Quiso aprovechar ese honroso momento para despedirse de México y de los mexicanos, a quienes nos dijo que "de mis nueve años de permanencia en tierra mexicana me distinguieron con su cercanía y hospitalidad, haciéndome sentir en casa".

Al despedirse, monseñor Pierre pronunció la palabra que ha caracterizado su servicio: "¡Dialogar! Ha sido uno de los propósitos fundamentales que como Nuncio Apostólico en México, como Miembro del Cuerpo Diplomático y como Decano del mismo, me propuse seguir, actuar y hacer vida", luego explicó que "es de suyo imposible imaginar un futuro válido para el mundo y para una Nación y sociedad, si se ignora la cultura del encuentro, si se huye al diálogo, prefiriendo, en cambio, dar vía libre al relativismo que paso a paso tiende a mermar la libertad, transformándola en proyecto al servicio del mero gusto subjetivo que lleva al hombre a convertirse en esclavo de sus propios caprichos. Ese relativismo que pretende hacer que el respeto y la tolerancia se conviertan en sinónimos de indiferenciaante el error. Ese relativismo, virus mortal, que parecería extenderse como mancha de aceite, hasta descollar en muchas decisiones, actividades y programas sociales" y añadió: "Encuentro propicia la ocasión para reflexionar sobre uno de los elementos fundamentales de nuestra convivencia; de nuestra convivencia en la paz, esto es: el respeto de la persona humana".

Este Nuncio Apostólico -a quien tanto vamos a extrañar- no quiso dejar México sin una palabra acerca del asunto apremiante del respeto a la vida humana, desde antes y después de nacer: "No se puede, en efecto, pretender tener paz ni crecer como pueblo y Nación, si en la sociedad no se reconoce la dignidad de persona a todos. Absolutamente a todos. No puede haber paz si la vida y dignidad del otro, también del inocente, no es respetada. No se puede tener paz oscureciendo la noción de bien y de mal, intrínseca en la conciencia de todo ser humano. No se puede tener paz cuando la prioridad del grupo, grande o pequeño, esté en exigir derechos, ignorando los deberes y excluyendo el espíritu de solidaridad. No se puede tener paz cuando a unos sí y a otros no se respeta su  dignidad" y luego sedespidió: "Con mis mejores parabienes para México, para todas sus gentes y para todos ustedes, les digo: ¡Hasta luego y muchas gracias!".

En su brillante carrera como diplomático al servicio de la Santa Sede, monseñor Christophe Pierre ha prestado sus servicios en las Representaciones Pontificias en Nueva Zelanda e Islas del Pacífico Sur, Mozambique, Zimbawe, Cuba, Brasil y en la Misión Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra, Suiza. El 12 de junio de 1995, Juan Pablo II lo nombró Nuncio apostólico para Haití, y el 10 de mayo de 1999, Nuncio apostólico para Uganda. En 2004 se hizo cargo temporalmente de la representación de El Vaticano en Burundi.

¡Que Dios le guarde por siempre, para siempre…!







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