Desde que se ingresa al “Palacio de Paz y
Reconciliación”, un edificio en forma de pirámide de concreto, acero, granito y
cristal, de 62 metros de altura, se percibe una extraña sensación de
encontrarse en un lugar que fue edificado para ser sede de algún acontecimiento
que se verá cumplido en un futuro no distante.
El gran lobby es de color negro,
totalmente negro, y el auditorio, de 1,500 asientos, es de color rojo,
totalmente rojo. Las escaleras del lobby, que son varias, están conformadas por
trece escalones cada una.
La cúspide de cristal alberga el sitio
más significativo del edificio, una enorme mesa redonda con un gran espacio
abierto al centro que comunica la luz que entra desde el vértice y que llega a
los niveles medios de la pirámide, como si se hubiese planeado que los personajes
que allí se reúnen, iluminados por el sol, con sus decisiones iluminarán, a su
vez, a los niveles inferiores. El acceso a la cúspide es mediante escaleras,
todas también de trece escalones cada una.
Este
edificio se encuentra en Kazajistán, una república de Asia Central que comparte
fronteras con Kirguistán, Uzbekistán, Turkmenistán,
Rusia y China. Es el noveno país más
grande del mundo, se declaró independiente de la Unión Soviética en 1991
y quien fue su líder durante la dictadura soviética como Secretario General del Partido
Comunista, pasó a ser también su Presidente, Nursultán Nazarbáyev,
quien aunque se nombra a sí mismo “el
Primer Presidente de la Democracia” es realidad un Dictador. La pirámide se
edificó en Astana, una ciudad totalmente nueva que no existía antes de 1997,
cuando la capital dejó de ser Almati para trasladarse a Astana, la nueva
capital con un nuevo nombre en una ciudad totalmente nueva en su trazo, avenidas
y edificios.
¿Quiénes se reúnen en la pirámide? ¿Por
qué y para qué? El antecedente proviene de septiembre de 2003 cuando Kazajistán fue sede del Congreso de
Dirigentes de Religiones Mundiales y Tradicionales. Tras el evento, el gobierno
kazajo decidió que se repitiera el congreso cada tres años y para ello edificó
la pirámide a manera de sede permanente de encuentro de todas las religiones
del mundo bajo el argumento de llegar a la comprensión religiosa, renunciar a
la violencia y promover la fe y la igualdad. Eso es lo que se ha dicho, sin
embargo, todo evidencia que se trata de unificar las religiones en una sola
religión mundial, cosa que forzosamente implicaría la eliminación de los
rituales de cada una de ellas, la descristianización del cristianismo, en su
caso, y la supresión del sacrificio eucarístico en la Iglesia Católica.
¿Cuándo
nos hemos enterado del contenido de las reuniones que allí tienen lugar desde
2003? ¿Cuándo hemos conocido alguna declaración emanada de ese “Congreso de
Dirigentes de Religiones Mundiales y Tradicionales” y de ese “Palacio de Paz y Reconciliación”? ¿Cuándo
hemos visto algún logro alcanzado en el respeto a la Libertad Religiosa o en el
cese de la persecución contra cristianos en Oriente? Nunca, nada.
¿Sabemos de la existencia de un líder
elegido de entre estos “dirigentes”? No. Entonces, es de esperarse que la mesa
está puesta para un líder que algún día llegará a ocupar su “sede” tras manifestarse
con gran poder, constituirse en dirigente mundial de varias naciones y máximo
líder espiritual de esa única religión desacralizada. A este líder, en las
profecías bíblicas se le llama “Impío”, “Hombre sin ley”, “Bestia” y, en las
epístolas de san Juan, de la manera más conocida: “Anticristo”.
La
pirámide alberga también