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CAMINEO.INFO.-




El pulso de la Fe: "El purgatorio del Tenorio"

Fri, 06 Nov 2009 21:01:00
 

CAMINEO.INFO.- "Llamé al Cielo, y no me oyó; y pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra responda el Cielo, no yo."

Así termina la primera parte del drama "Don Juan Tenorio" de José Zorrilla, considerada la obra más excelsa del teatro español.

En su expresión, don Juan presenta a Dios un reclamo por no haberle concedido que el padre de doña Inés de Ulloa le entregue a su hija en matrimonio. Inés es una novicia de 16 años de edad que ha tomado los hábitos en un monasterio de clausura y se encuentra cercana a hacer su profesión perpetua, pero don Juan la ha sacado con engaños para fingir que la enamora y así ganar una apuesta: "Dicho está; sólo una mujer como ésta me falta para mi apuesta; ved, pues, que apostada va".

Desde el inicio se aprecia la furia del protagonista cuando desde una taberna exclama para sí: "¡Cuál gritan esos malditos! ¡Pero mal rayo me parta si, en concluyendo la carta, no pagan caros sus gritos!", pues le molestan las risas del pueblo de Sevilla que se haya en pleno carnaval. Él ha acudido a la cita, establecida hace un año, con don Luis Mejía para revisar el cumplimiento de una apuesta. Ambos simulan ser caballeros honorables, pero no es así. Este es su diálogo:

"Don Juan.- La apuesta fue…

Don Luis.- Porque un día dije que en España entera no habría nadie que hiciera lo que hiciera Luis Mejía.

Don Juan.- Y siendo contradictorio al vuestro mi parecer, yo os dije: -Nadie ha de hacer lo que hará don Juan Tenorio- ¿No es así?

Don Luis.- Sin duda alguna; y vinimos a apostar quién de ambos sabría obrar peor, con mejor fortuna, en el término de un año; juntándonos aquí hoy a probarlo."

Ambos demuestran que han matado a varios hombres en duelo y que han conquistado y engañado a gran cantidad de mujeres. Deciden que la apuesta es casi un empate y se lanzan un nuevo reto, cuyo precio será la vida, que consiste en enamorar a una mujer próxima a casarse (que para el efecto será doña Ana, la prometida de don Luis Mejía) y a una novicia de inminente profesión perpetua (quien será doña Inés): "Con que lo dicho, don Luis, van doña Ana y doña Inés en apuesta".

Doña Inés, una vez secuestrada, se halla en casa de don Juan y allí, con inocencia y pureza, con bondad y sin maldad, se enfrenta sola a quien no piensa más que en seducirla, pero la fragilidad de la joven novicia y su corazón limpio provocan en Juan Tenorio sentimientos que él nunca había conocido y cae, ante ella, rendido de amor.

En la casa irrumpe don Gonzalo de Ulloa, desesperado por encontrar a su hija, y escucha a don Juan, quien ya derrotado por el amor, le explica lo siguiente: "Comendador, yo idolatro a doña Inés, persuadido de que el Cielo me la quiso conceder para enderezar mis pasos por el sendero del bien. No amé la hermosura en ella, ni sus gracias adoré; lo que adoro es la virtud, don Gonzalo, en doña Inés. Lo que justicias ni obispos no pudieron de mí hacer con cárceles y sermones, lo pudo su candidez. Su amor me torna en otro hombre, regenerando mi ser, y ella puede hacer un ángel de quien un demonio fue. Escucha, pues, don Gonzalo, lo que te puede ofrecer el audaz don Juan Tenorio de rodillas a tus pies".

El Comendador nada le cree, saca la espada y muere por mano de don Juan, quien ante la tragedia, reclama: "Llamé al Cielo, y no me oyó; y pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra responda el Cielo, no yo."

Pasan 20 años y don Juan regresa de su exilio para encontrarse con que doña Inés regresó a su convento donde murió de tristeza. Irónico, invita a su casa a dos antiguos compañeros de parranda y ellos allí lo matan.

La escena siguiente es en el panteón, donde ante el fantasma de don Gonzalo aparece el de doña Inés, quien ha transcurrido su Cielo implorando perdón a Dios para don Juan. Viéndose librado del infierno, por el amor puro, exclama arrepentimiento y gratitud por el don de la purificación:

"¡Clemente Dios, gloria a Ti! Mañana a los sevillanos aterrará el creer que a manos de mis víctimas caí. Mas es justo; quede aquí al universo notorio que, pues me abre el purgatorio un punto de penitencia, es el Dios de la clemencia el Dios de don Juan Tenorio".







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