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Eduardo Verástegui, productor de “Little Boy”: «Hago cine para convertir este mundo en un lugar mejor» |
Eduardo Verástegui, productor de “Little Boy”: «Hago cine para convertir este mundo en un lugar mejor»
Ana María Medina – Diócesis de Málaga
Tue, 03 Nov 2015 03:32:00
Eduardo Verástegui (México, 1974) promociona en España “Little Boy”, el segundo fruto de la productora Metanoia Films, su apuesta por crear películas «que no sólo entretengan sino que marquen una diferencia en nuestra sociedad». Hoy se estrena en el cine.
“Little Boy” se puede ver en Málaga ya en Yelmo Cines Plaza Mayor (Málaga) y Multicines Alfil (Fuengirola)
-¿Es muy difícil llevar una vida de fe en Hollywood?
Todo lo que vale la pena en la vida requiere sacrificio y disciplina, y la fe vale la pena. Vale la pena que la fe sea tu brújula, el centro de tu vida. Todo lo que hago está inspirado de alguna manera en mi fe. Es difícil pero es más difícil no llevar una vida de fe a la larga. Para mí, al contrario, es un faro, una luz en la oscuridad, la que me ilumina y me ayuda a ir por el buen camino. Es el centro de mi vida y lo más importante.
-Luchaste mucho por hacerte una carrera, sin embargo, hubo un momento en que descubriste que el sentido de tu vida no te lo daba el cine o la música.
El problema no era mi carrera, sino yo, que veía mi carrera como un fin y no como un medio. Ese era el problema. Al darme cuenta, tratando de alcanzar todas las cosas que la sociedad te dice que si alcanzas vas a ser muy feliz, hasta que finalmente llegó el día en que me di cuenta de que estaba equivocado. Estaba como en un laberinto, tratando de encontrar la salida, y me topaba con paredes a cada rato, y sentía que me ahogaba. Yo mismo me preguntaba ¿por qué no soy feliz, por qué me falta? Yo llevaba una vida sana, sin vicios, muy cercano a mi familia… Después de diez años de carrera, de trabajo muy duro, para alcanzar todas estas cosas que pensaba que me iban a dar la felicidad, que pensaba que tenía todo aquello que necesitaba, pero por otro lado no tenía nada, me sentía vacío. Yo no tengo una de esas historias dramáticas en las que algo te sacude (la cárcel, una enfermedad, un fracaso) y te hace abrir los ojos. Mi vida estaba aparentemente muy equilibrada pero vacía. Ahí fue cuando descubrí, gracias a una maestra de inglés, que utilizando el método socrático me hizo cuestionarme muchas cosas: “¿cuál era el propósito de mi vida? ¿cuál era mi meta? ¿qué era para mí la felicidad? ¿quién es Dios? ¿por quién vives? ¿por quién mueres?” Me bombardeó con cientos de preguntas y me hizo asumir responsabilidades que tenía que asumir. Yo no era consciente de que cualquier proyecto en el que yo me involucrara iba a afectar a la forma de pensar de las personas, sobre todo los jóvenes, que imitan todo lo que ven en el cine o en la televisión, y fue gracias a ella que yo hago una promesa a Dios, a mis padres, que nunca volvería a trabajar en un proyecto de cine que ofendiera a Dios, a mi familia o mi comunidad hispana. Tuve que resetear mis prioridades y vi mi carrera, no como un fin, sino como un medio que bien utilizado puede hacer mucho bien a la sociedad. Y empezó un nuevo camino, me convertí en productor por necesidad, y por esa promesa me quedé sin trabajo cuatro años, porque todo lo que me ofrecían hablaba de lo que yo había prometido no volver a hacer: películas que estereotipaban a los latinos de forma negativa… Entonces monté una productora de películas que no solo entretengan sino que marquen una diferencia en nuestra sociedad. El primer fruto de Metanoia Films fue Bella y el segundo es Little Boy.
-¿Qué mensaje queréis transmitir con Little Boy?
Cuando terminé la gira internacional de Bella estaba buscando un guión que me llenara, que tocara corazones, fibras profundas, que inspirara a personas a amar más y a juzgar menos. Todo lo que llegaba no me convencía, y de pronto Alejandro Monteverde y Pepe Portillo, dos grandes cineastas mejicanos, llegan con la historia de Little Boy y me quedó muy claro que ése era el proyecto que teníamos que llevar a la pantalla. Corrí a Méjico a recaudar los fondos, hicimos las audiciones y grabamos en los estudios de Rosarito, en Méjico. Es una historia americana con un mensaje universal para toda la familia, hecha íntegramente por mejicanos con un elenco internacional. Está diseñada a despertar la niñez que todos llevamos dentro, la pureza, la inocencia, la capacidad de amar y soñar en grande. En ella hacemos un homenaje al papá presente, no ausente, al que participa y se preocupa por la educación de sus hijos, que ama a sus hijos, está pendiente de su esposa. Cuando se va a la segunda guerra mundial a luchar, siguiendo la tradición familiar, al hijo menor se le viene el mundo encima. La historia es la de un niño que quiere estar con su papá, que hace lo que sea con tal de traer a su papá de regreso a casa vivo, aunque eso suponga detener la guerra. Esta película nos invita a creer en lo imposible, y nos regala tres cosas fundamentales: fe, amor y esperanza.
-El protagonista focaliza la fuerza de su fe a detener la guerra. ¿Qué quiere lograr usted?
Hacer de este mundo un mejor lugar. Para eso hago cine. Ésa es mi esperanza: que cuando la gente vea mis películas se vaya inspirada a amar más, a convertirnos en la mejor versión de nuestras personas.
-Una película con la familia de protagonista, en este tiempo en que la Iglesia aborda este tema de modo directo. ¿Cuál es para ti el evangelio de la familia?
La familia es la base de la sociedad, es el eje central de la película: una familia unida aunque no sea perfecta, donde se ayudan los unos a los otros. Buscamos inspirar a todo ser humano en un agente de cambio, en un revolucionario a través del amor encarnado en las acciones, sobre todo ayudando a otros, a los más necesitados. Queremos inspirar a los papás a pasar tiempo con sus hijos, tiempos de calidad y que cuando vean Little Boy quieran ser como él, usando sus talentos para ayudar a los demás a través de las obras de la Misericordia, la lista del amor, que guía al niño. El amor en acción, en movimiento. Si dejamos que el amor gobierne nuestras vidas, y nos ponga en movimiento, podemos convertirnos en agentes de cambio, en la mejor versión de nuestras personas.
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