Durante su visita canónica a España realizada días atrás, «la
hermanita María», que no deja de serlo aún con su cargo, ofrece un
mensaje de fe, esperanza y fraternidad. Desde su experiencia, y en un
mundo que muchas veces olvida a los ancianos, subraya que el espíritu de
humildad y pequeñez de santa Juana Jugan, sigue siendo guía para
enfrentar los desafíos del presente.Una invitación que se enmarca muy bien en la pronta publicación de la la exhortación apostólica «Dilexi te»: sobre el amor hacia los pobres, del papa León XIV.
El testimonio de vida de su fundadora, santa Juana Jugan, es
un impulso para hacer frente a las indiferencias y carencias que podemos
llamar «pobreza espiritual». ¿Cómo responden a ello?
Nuestra misión es acoger y cuidar a los ancianos más pobres en todas
nuestras casas del mundo. Procuramos ir hacia ellos, invitarlos a
quedarse y acompañarlos hasta el final de sus vidas. Queremos mostrar
que poseen dignidad y un valor humano infinito, que muchas veces el
mundo olvida.
El papa Francisco, en su última encíclica, afirma que «el mundo ha perdido el corazón»…
Buscamos dar un hogar a quienes han vivido sin casa ni familia,
ofreciéndoles amor y compañía. Aunque el proceso de adaptación es
difícil, lo importante es que al final puedan decir: «tengo una casa,
tengo una familia». Así llenamos sus corazones de cariño y esperanza.
El papa actual ha criticado el gran abismo que existe en la
economía y la indiferencia ante las necesidades sociales. ¿Se puede
revertir esto, al menos en parte, con el trabajo caritativo de la
Iglesia?
La desigualdad no se resuelve de golpe, pero sí con pequeños gestos y
con fraternidad. Nuestra Madre unía a ricos y pobres en hermandad: los
que tienen comparten bienes y los que no, ofrecen su fe y oración. Así,
todos somos ricos y pobres a la vez, creando comunidad que puede
inspirar incluso a los jóvenes.
¿Cuál es el mensaje que dirigen a las jóvenes, para entusiasmarlas hacia la vocación consagrada en su congregación?
Dios llama a cada persona a la santidad y a la felicidad, ya sea en
el matrimonio o en la vida consagrada. Nosotras testimoniamos que en
nuestra vocación encontramos alegría. No somos nosotras quienes
llamamos, es Dios. Si Él concede la vocación, también da la gracia para
vivirla, y nosotras somos solo instrumentos.
¿Cómo lograr que una real vocación, permanezca siempre motivada?
La vocación, como el matrimonio, comienza con un gran amor que debe
renovarse continuamente. Con el tiempo, las dificultades y la rutina
pueden enfriarla, pero es vital volver al primer amor que motivó la
entrega. La oración constante ayuda a sostenerse y a superar los
momentos de crisis.
En esta labor, la vida comunitaria es muy importante…
La vida comunitaria es esencial, aunque la comunidad perfecta no
existe en la tierra. Cada persona es diferente, pero en esa diversidad
se aprende paciencia, caridad y crecimiento. No se trata de disminuirse,
sino de crecer en unidad a pesar de las diferencias.
En muchos casos, las familias no saben qué hacer con sus
ancianos y, en lugar de cuidarlos ellas mismas, prefieren llevarlos a
residencias. ¿Se debería hacer un esfuerzo por mantenerlos en el hogar?
Hoy es difícil pedir a las familias que mantengan a los ancianos en
casa, porque enfrentan muchos problemas. Una familia unida, que se ame y
rece junta, es poco común. Cuando los hogares están divididos, los
ancianos terminan siendo considerados un estorbo. Solo Dios conoce las
razones por las que llegan a nuestras residencias.
Las leyes y los gobiernos a menudo ignoran a los ancianos, e
incluso promueven leyes contra la vida, como la eutanasia. ¿Se debería
ser más consciente de ello al momento de elegir a las autoridades?
La sociedad ha hecho avances en el cuidado de los ancianos, como el
apoyo domiciliario en Francia. Sin embargo, preocupa la normalización de
leyes como el aborto y la eutanasia, que al principio generan rechazo,
pero con el tiempo pueden ser aceptadas como algo habitual.
¿Cuál es el mensaje para las hermanitas de su congregación
que leerán esta entrevista, con el fin de mantener el espíritu de su
fundadora, santa Juana Jugan?
El espíritu de Juana Jugan es la humildad y la pequeñez, siempre
alabando a Dios. Ella nos enseñó a ver en los pobres al mismo Señor y a
salir a buscarlos con sencillez. Su mensaje es claro: ser pequeñas en
todo y mantener vivo el espíritu de servicio en la Iglesia.
A una joven que está inquieta con una posible vocación… ¿Cuál sería su consejo?
A una joven con dudas le invitaría primero a rezar y luego a conocer
la vida escondida de Juana Jugan. Esta vocación no busca reconocimiento,
pues cuidamos ancianos que mañana quizá ya no estén. Nuestra recompensa
es la vida eterna: entregar al Padre lo que pasó por nuestras manos. Es
una alegría grande, aunque humanamente no se perciba éxito.
https://exaudi.org/es/el-pobre-es-nuestro-senor/