"El interés habla todas las lenguas y desempeña todos los papeles, aun el de desinteresado"
François de la Rochefoucauld
Escritor francés
Los principales partidos políticos españoles están celebrando o a punto de celebrar sus congresos. Esos grandes lances, aparentemente democráticos, pero que la dirección de cada partido ya se encarga de llevar todo atado y bien atado, para que los resultados sean los que un pequeño número de personas, que son las que detentan el poder en la organización, previamente tienen decidido.
En definitiva, una ópera bufa más, que como siempre, de una forma o de otra, pagamos y sufrimos los ciudadanos.
Estas "democráticas" manifestaciones, tan "ostentóreas", que diría el difunto Jesús Gil, se celebran para establecer, aparentemente y con grandilocuentes expresiones, los principios que en el futuro orientarán el diario quehacer de la organización política que la protagoniza.
¡Que burla más grotesca!
En el fondo, lo que hacen, es fijar el foco en aquella mayoría social más próxima a sus intereses y que se presume que les puede proporcionar el puñado de votos que necesitan para alcanzar el poder.
Hasta el momento, uno de los pilares que sustentaba la ideología del Partido Popular, al menos teóricamente, era el humanismo cristiano. El artículo 18 de la ponencia política aun vigente, dice textualmente: "El PP considera que estos valores son los mismos que configuran los cimientos de nuestra civilización occidental que tanto ha dado a la humanidad. Por ello, queremos tomar como referencia a nuestra tradición humanista cristiana e ilustrada"
Ahora, la referencia al humanismo cristiano, se propone por la propia dirección del partido, trasladarla del articulado de dicha ponencia, al preámbulo. Una hábil maniobra propia de leguleyos marrulleros, que en apariencia va a conferir mayor relevancia a la misma, pero que la convertirá en una pomposa declaración sin peso específico alguno.
Si esta modificación se aprueba, en el futuro, el objeto de la política del PP, dejará de estar inspirado por el individuo como persona, para responder a los ocasionales intereses de la mayoría del momento.
"Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros", como diría Groucho Marx.
Me pregunto quien gobernará en el futuro para la persona con nombre y apellidos, para la persona con ilusiones, con proyectos, con sentimientos. Para ese ser que trabaja, goza y sufre con el acontecer de cada día. Pasará a ser un mero número que formará parte de una estadística.
Hoy, cuando un paciente va a la consulta del médico de familia, y este considera que debe examinarle un especialista, lo primero que hace es citar en el informe: "Paciente de… tantos años". A mí, siempre me ha parecido una anotación innecesaria, por cuanto el año de mi nacimiento figura en la identificación del historial médico, a no ser, claro está, que se quiera relacionar la edad del paciente con la inversión, que en el tratamiento, haya de hacer la sanidad pública.
Si excluimos el humanismo cristiano de la política, reducimos esta a una mera operación de rentabilidad social, política y económica. Y desde ese punto de vista, los jubilados pasarán a ser una rémora para la sociedad, porque se supone que ya no producen, y es a partir de la edad de la madurez, considero una ingratitud despectiva llamarles viejos, cuando más atenciones sociales habrán de necesitar.
Si nuestra sociedad prescinde del humanismo cristiano, la existencia se verá sometida a un materialismo puro y duro, exento de cualquier tipo de valores.
La muestra de qué intereses son los que señala ya la brújula de estas decisiones, es la inclusión en el próximo congreso del PP, del debate sobre la maternidad subrogada, que hace cinco años planteó la entonces delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, y que en esta ocasión, lo abandera Javier Maroto en la ponencia social.
Argumentan para ello que es una realidad que está presente en la sociedad y a la que hay que dar respuesta. También es una realidad que está presente en todas las sociedades, y en la nuestra, con especial relevancia, la violencia de género. Y claro que hay que darle la respuesta adecuada, que es la de luchar con todos los medios a nuestro alcance para erradicarla.
Me temo que en el congreso del PP, se va a dar la batalla, con todo tipo de argumentos interesados, para autorizar el que el vientre de la mujer, y su capacidad de albergar el desarrollo de una nueva vida, se convierta cortesana mercancía, al alcance del mejor postor.
En base a esta concepción, en la que solo primará la rentabilidad social, política o económica, las personas de edad madura, serán consideradas viejos improductivos que constituirán un lastre para una sociedad en la que solo primará el rendimiento, por que lo conveniente, será facilitarles el óbolo —bajo la humanitaria forma de "muerte digna"— que el anciano barquero Caronte, reclamará para llevarles a la otra orilla del río, donde se asienta el reino del silencio, en el que acabará nuestra aventura.
Pues yo no quiero vivir muriendo. Cuando me llegue mi momento, quiero morir viviendo.