La otra crisis: Una prudencia laicista injustificada

No es extraño que la marcha normal de un colegio se vea alterada por actividades ajenas al currículo. Por eso aceptó sin más problema dar su clase en el aula de una compañera y así, de paso, estar pendiente de los ocho alumnos de religión musulmana que no estaban matriculados en su asignatura. Éstos realizarían un material específico preparado por su tutora que, a su vez, es la responsable de impartir la asignatura alternativa que ahora se denomina “Área de Valores sociales y culturales”. De ese modo, él podría atender de forma discreta a su alumnado; los catorce alumnos que habían optado por Religión Católica.

Pero resulta que a la hora de la verdad la tutora cambió de opinión y preparó una actividad de comprensión lectora para todos los alumnos, incluidos los que cursaban Religión Católica. Pudo más el “miedo al qué dirán” y seguir con lo “políticamente correcto” que el arriesgarse a las posibles represalias progresistas. Eso sí, el texto elegido trataba sobre el manido tema de la laica amistad.

El maestro de Religión mostró a las claras su disgusto tras esa cesión de última hora y realizó con disgusto esa actividad grupal que marginaba a sus alumnos. Tras la oportuna explicación, se sentó en un pupitre al lado de uno de los ocho niños musulmanes. Éste se quedó mirando la carátula de la película que el maestro había dejado encima de la mesa y soltó sin complejo alguno: “Esa película la he visto yo en la televisión. Pero… ¡Jesús está vivo!”. Así es, se trataba del film “El Hombre que hacía milagros”. Sin comentarios.