La otra crisis: Soledad existencial

Las celebraciones vacacionales de la Semana Santa han llegado a su fin y otra vez hemos de lamentar la muerte en accidentes de tráfico de demasiadas personas. Por eso alguno afirmará que ellos jamás tendrán ese problema, que nunca perderán su vida en la carretera.

Y así es, pues para ellos no existen los puentes, las operaciones salida o las escapadas de fin de semana. Para esas personas que habitan en nuestras ciudades en plena soledad, que deambulan por las calles mirando a los demás o que quizá tengan un trabajo monótono, los días de vacaciones pasan sin pena ni gloria, con la molestia extra de encontrar cerrados los comercios que suelen visitar. Más aún, pues el caminar por calles desiertas aumenta su sensación de abandono social.

Si abrimos un poco los ojos apreciaremos su presencia casi fantasmal, pues viven muy cerca de nuestro hogar y nos los cruzamos a diario. Su cara nos resulta familiar, quizá fueron compañeros de colegio de alguno de nuestros hermanos, y años ha los vimos yendo de compras con su anciana madre.
Sí, jamás perderán la vida en una de esas operaciones salida, pero esa soledad los está apagando poco a poco. Y está claro que muchos de ellos la han buscado de forma consciente, pero a otros se la han impuesto los demás al considerarlos raros, introvertidos o antisociales. Si no es nuestro caso, hemos de dar gracias a Dios y dar un paso más: abrir los ojos y hacerles ver que para nosotros sí que existen y que no son invisibles. Quizá una de esas miradas les haga recordar que son uno de los nuestros, que no todo está perdido.