CAMINEO.INFO.- Tengo que hacerles una terrible confesión: soy un conservador irredento. Sí: lo han leído bien. Soy de derecha. No me conformo con ser de centro reformista, no: conservador. Y por si fuera poco, además católico. Algunos dirán que soy un "teocon" o un "neocon". Pero no: yo soy conservador con todas las letras. Y ¿qué es lo que quiere "conservar" este?, se preguntarán algunos. Pues les voy a contestar.
Yo quiero conservar la democracia, la libertad individual y los derechos humanos. Quiero defender la vida y luchar abiertamente contra todo aquello que la amenaza: el aborto, la eutanasia, el terrorismo o las guerras injustas (yo estaba contra la guerra de Irak: con el Papa; no con Aznar). Defiendo la dignidad del ser humano desde su concepción hasta la muerte natural. Eso incluye, faltaría más, la dignidad de los trabajadores, el derecho de los parado a tener un empleo y el esfuerzo decidido contra la miseria, contra el hambre y contra el analfabetismo. Ser conservador implica procurar una asistencia sanitaria digna para todos y una atención preferente por los más desfavorecidos de la sociedad. Pero también creo en el papel subsidiario del Estado respecto a los individuos y a las organizaciones que surgen por iniciativa social. Sobre todo porque los servicios prestados por las empresas privadas suelen ser mejores, más eficientes y, sobre todo, más baratos que los que presta el gobierno con su pesada maquinaria burocrática y administrativa, su legión de funcionarios y su despilfarro permanente.
En definitiva, soy conservador porque creo que hay principios que deben ser defendidos y que no hay por qué subvertir. Pero ser conservador no significa que no haya multitud de aspectos que reformar y cambiar en nuestra España.
No estaría de más, por ejemplo, procurar una auténtica división de poderes para evitar la oligarquía de los partidos que nos gobierna actualmente. A mí me dan mucha envidia los norteamericanos: no puedo evitarlo. Envidio un parlamento en el que congresistas y senadores votan en conciencia sin tener que respetar ninguna consigna de sus partidos; una democracia en la que un republicano puede apoyar públicamente al candidato demócrata o viceversa y no pasa nada. Porque para un conservador, la libertad de conciencia no se somete a ningún poder superior (salvo a Dios). En España, en cambio, la mayor parte de los diputados y senadores nos los podríamos ahorrar tranquilamente, porque lo único que hacen es votar lo que les manda la cúpula de su partido. Nos sale caro tanto sueldo para apretar un botón. Yo no podría militar nunca en un partido en que tuviera que someter mi propio criterio y mi conciencia a lo que mande el que ocupa la poltrona. Por eso no milito en ninguno. Además, ya se sabe que en España no hay ningún partido de derechas. Porque el PP es de centro… ¡Qué país! Somos el único lugar del mundo que no tiene partido conservador. España sigue siendo diferente.
Por eso propongo que se forme un nuevo partido de derechas sin complejos, inspirado en el humanismo cristiano. Una de las tragedias de España es que hay millones de ciudadanos que carecen de una auténtica representación parlamentaria: ¿quién defiende realmente la vida en España? ¿Quién defiende la libertad de los padres para educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas? ¿Hay un partido en este país nuestro que defienda la unidad de España y el derecho de los ciudadanos a poder hablar y estudiar en español en cualquier parte del territorio? ¿Quién defiende a la familia formada por un hombre, una mujer y sus hijos? Quiero un partido transparente que luche contra la corrupción, contra el amiguismo y contra el despilfarro del dinero público; un partido que luche contra el terrorismo y fomente lo que nos une frente a los secesionistas que ahondan cada día en lo que nos hace diferentes. Quiero un partido verdaderamente nacional que defienda la solidaridad entre las regiones y los intereses de todos los españoles frente a los particularismos regionales que promueven el egoísmo de unas comunidades frente a las demás.
El Obispo argentino Mons. Marcelo Raúl Martorell, señaló estos días a los fieles que deben participar en las tareas civiles especialmente en el ambiente político; y calificó de "omisión grave" el abstenerse de intervenir en los ambientes seculares. "La Iglesia invita a todos a participar de la política, y en las tareas seculares, siendo para los fieles laicos una omisión grave abstenerse de ser presencia cristiana efectiva en sus ambientes". El Prelado subrayó además que "el seguimiento de Jesucristo implica siempre un compromiso con la verdad y el amor al prójimo, con el anhelo de hacer crecer y transformar la sociedad en la que vivimos en una sociedad más justa y evangélica, hasta que el Señor vuelva". No puedo estar más de acuerdo con el Obispo.
"Tengo la convicción de que, desde el catolicismo, en España, tenemos que articular una propuesta de regeneración moral de nuestra sociedad". Eso lo decía don Alfredo Dagnino, presidente de la Asociación Católica de Propagandistas, también hace unos días. Llamamientos de este tipo se repiten cada poco. Defender el Evangelio en la vida pública no es tarea de los obispos: lo es de los seglares. Yo cada vez considero más urgente y necesario articular una gran liga que agrupe a todos los movimientos sociales que luchan por la dignidad y la vida, contra la imposición de Educación para la Ciudadanía o contra el aborto o la eutanasia. Una gran alianza por la decencia, la libertad y la justicia social que defienda sin complejos los valores cristianos en la sociedad española.
En los partidos políticos actuales, un católico conservador tiene difícil cabida, salvo que esté dispuesto a pagar el precio de renunciar a principios innegociables. Yo creo que el Partido Popular de Rajoy o de Gallardón no nos representa en absoluto. Por lo menos a mí, no. Y cada día menos.
Yo soy un simple profesor sin ambición política alguna. No aspiro a nada más que a seguir educando y criando a mis tres hijos y a enseñar a mis alumnos lo mejor que puedo. No tengo ambición alguna. Pero dejo la cuestión en la palestra. Creo que hace falta un partido nuevo: conservador y cristiano. Ya sé que dividir el voto nunca es bueno, pero renunciar a valores fundamentales para darles el voto a gentes con principios vacilantes (o sin principio alguno salvo alcanzar el poder a cualquier precio) que parecen querer competir en "progres" con la izquierda más radical, tampoco. La democracia, la libertad, la dignidad y la decencia exigen el compromiso de los católicos en la política española. ¿A qué esperamos? Yo me apuntaría a un partido verdaderamente democrático (sin veleidades fascistoides), conservador y cristiano ¿Y usted?