Hace un par de emanas escribía
sobre las dos dimensiones que nos constituyen como personas: la razón y la libertad
y que, si no utilizamos, no tendremos derecho a quejarnos de lo que se nos
imponga.
Hoy insisto de nuevo en la misma
idea porque es acuciante que sepamos ver lo que se nos ofrece desde los medios,
juzguemos de su bondad o malicia y actuemos en consecuencia. Ver, juzgar y
actuar es un instrumento que tenemos que utilizar en todo momento.
Ya sé que puede resultarnos más
cómodo dejarnos llevar por los mensajes que nos llegan y tengamos miedo de
poder ser etiquetados como contrarios al llamado progresismo que campa a sus
anchas por todas las ondas.
Pero ¿es realmente progresar aceptar los “nuevos derechos”? , esos que
puso en marcha Rodríguez Zapatero: derecho a cambiar de pareja cuantas veces se
me ocurra, derecho a decidir si tengo el hijo concebido o lo mato antes de
nacer, derecho a elegir el sexo que se me ocurra, negando el biológico (hay un
extenso catálogo para elegirlo mucho más allá de las siglas GLBT), derecho a
vivir sin trabajar, ni buscar trabajo, reclamando que el Estado nos mantenga, derecho
a ocupar por la fuerza propiedades ajenas, derecho a pintar grafiti en donde se
nos antoje para proclamar estupideces, derecho a inventarse y enseñar una nueva
historia de España, derecho a proponer juegos eróticos a los niños, derecho a
enseñar a la gente joven a usar los métodos anticonceptivos para que gocen sin
freno ni responsabilidad del sexo en todas sus variantes, etc. etc.
Seguro que alguna inquietud
habrán sentido al conocer la brutal caída de la natalidad o de la nupcialidad, al ver una
sociedad con más viejos que niños, una sociedad empeñada en suicidarse mientras
pierde el tiempo contemplando el teléfono móvil, la pantalla del televisor o
cualquier escena pornográfica. ¿Exagero?
Desde el poder pueden contarnos
que avanzamos en conocimiento, en creación de alta tecnología, en PIB, en
esperanza de vida, pero aunque sea verdad. nada de esto elimina todo lo
negativo que he señalado antes y que tratan de ocultarlo.
Dentro de poco se nos ofrecerá
uno de los escasas oportunidades en que podemos hacer efectivo nuestro derecho
democrático, votar al cabo de cuatro años. Toda la artillería pesada de los
partidos se pondrá en marcha para convencernos de que les demos nuestro voto.
Es el momento de que examinemos con nuestra razón, no lo que dicen sino lo que hacen
o lo que vienen haciendo y quiénes son los que dicen que van a representarnos.
Hay que rechazar a los que no han
trabajado en su vida, a los que siempre han vivido del presupuesto ¡ya está bien! A los que hacen lo
contrario de lo que predican. Podemos enviarlos a casa, aunque seguirán
viviendo bien con las prebendas que ellos mismos se han tomado.
A lo mejor no encontramos a nadie
que cubra nuestras expectativas en las papeletas que recibiremos. Pues todas a
la basura.
Pero si se creen lo que nos
prometen, si creen que van a trabajar de verdad por el bien común, pues vótenlos, ¡Ojalá haya quienes sean capaces de servir a
todos los españoles y terminen con tanto progresismo, tanto cuento y tanta
corrupción!