¿Habrá empresarios que se
decidan a invertir en España?
Con alharacas y redobles de
tambor nuestros gobernantes han decidido aprobar el Ingreso Mínimo Vital (IVM)
con el cual piensan resolver el terrible problema económico que tenemos después
de la pandemia.
Ya me he pronunciado contra esta
medida, ya que dar dinero sin contraprestación no resuelve los problemas sino
los eterniza. Los españoles necesitan trabajo y para eso hacen falta empresas e
inversiones, pero no parece fácil que
con un gobierno que ha demostrado su incompetencia y que está trufado de
comunistas que no se recatan en defender la nacionalización de empresas, nadie
en su sano juicio invertiría ningún capital en España.
Un presidente obsesionado por
seguir en el poder al precio que sea (precio que pagamos todos los españoles) y
un vicepresidente cuya divisa es: cuánto
peor, mejor. Politizar el dolor y el descontento es su divisa. Luego, él se
encargaría de tomar medidas como las que han llevado a la ruina a varios países
de la América española. Cuando la gente no tiene para comer se vuelve dócil y
apoya a cualquiera que le dé una cartilla de racionamiento, sobre todo si
además este “salva-patrias” es apoyado por fuerzas armadas revolucionarias,
(cosa poco probable en España)
La gran obsesión de la extrema
izquierda que padecemos es eliminar la constitución del 78, la monarquía, la
independencia judicial y todas las garantías y libertades de los ciudadanos.
Forma parte de este juego la
permanente descalificación de los políticos de derecha a los que, en el colmo
de la desfachatez acusan de querer perpetrar un golpe de estado, cuando quien
quiere llevarlo a cabo, si llega la ocasión, son el señor Iglesias y sus conmilitones.
La gestión de la pandemia ha
puesto de manifiesto que la sanidad pública de la que tanto presume este
gobierno, y los anteriores, no estaba preparada para la contingencia que se
presentó de improviso, ni fue capaz de gestionar con rapidez, eficacia y honestidad, los medios que necesitaba. Solo los
militares fueron capaces de levantar hospitales de campaña con más rapidez que
los chinos.
Por otro lado están los mayores,
en residencias o no, un auténtico escándalo al impartir instrucciones sobre la
prioridad en los tratamientos, que ha llevado a la tumba a mucha gente a la que
solo se le facilitó morfina y tranquilizantes, quizás como un ensayo para la
eutanasia que viene.
(Los que formando parte del
amplísimo consejo de ministros que contrajeron el virus ninguno, que yo sepa,
acudió a los hospitales de la Seguridad Social)
Los poderes extraordinarios que
consiguió el gobierno con la aprobación del estado de alarma y sus prorrogas, se
han utilizado para fines que nada tenían que ver con la pandemia como por
ejemplo: leyes de educación, eliminación de la enseñanza especial, colegios
concertados etc. y ¡ah! el nombramiento del vicepresidente para manejar el
Centro Nacional de Inteligencia.
Por último el escándalo
organizado por un juez, convertido en ministro del interior, que quería conocer
los informes que la policía judicial tenía que reportar solo y exclusivamente a
la juez que tramita una denuncia contra el delegado del gobierno en Madrid. Esta
denuncia es solo la primicia del alud de cuestiones judiciales que se avecinan
al gobierno y sus ministros.
Hay que ir a nuevas elecciones
pero, quienes no han sido capaces de contar 30.000 muertos ¿serán capaces de mantener
un escrupuloso recuento de 30 millones de votos?