Así como hoy celebramos la solemnidad del Cuerpo de Cristo (Corpus) trasladada al domingo, intensificando la fe en la presencia de Cristo en medio de nosotros y en su amor que todo lo transforma, el próximo viernes celebraremos otra gran solemnidad litúrgica, el Sagrado Corazón de Jesús. Los jesuitas siempre han sido muy activos en promover esta devoción mayor en la Iglesia, y será una tarea siempre actual para los cristianos, continuar y profundizar su relación con el Corazón de Jesús para reavivar en sí mismos la fe en el amor salvífico de Dios.
El costado traspasado del Redentor es la fuente donde acudir para adquirir el conocimiento verdadero de Jesucristo y para comprender qué significa conocer en Cristo el amor de Dios. Así experimentaremos, con la mirada fija en Él, cuan inmenso es su amor, y aprenderemos a testimoniarlo a los demás. Decía Benedicto XVI: "El misterio del amor de Dios no constituye para nosotros sólo el contenido del culto y de la devoción al Corazón de Jesús: éste es al mismo tiempo, el contenido de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana. (...) Efectivamente, ser cristiano es sólo posible con la mirada dirigida a la Cruz de nuestro Redentor" (Carta al P. Kolvenbach, Superior gral. de la Compañía de Jesús, 23.5.2006).
En el Año de la Fe nos conviene vivir con intensidad esta Fiesta y la devoción al Sagrado Corazón durante este mes de junio, orando intensamente, por que la fe entendida como fruto del amor de Dios experimentado es una gracia, un don de Dios. Quien acepta el amor de Dios interiormente, es configurado y modelado por él. La persona vive esta experiencia del amor de Dios como una llamada a la que debe responder. Los dones recibidos del costado abierto de Cristo Crucificado, del que brotaron "sangre y agua", hacen que nuestra vida sea también para los demás fuente de la que brotan "ríos de agua viva". La experiencia del amor inspirada por el costado traspasado del Redentor nos llena de confianza indefectible, y nos protege del peligro de replegarnos en nosotros mismos, ya que nos hace más disponibles a una vida de servicio y donación, a una vida para a los demás. La respuesta al mandamiento del amor se hace posible sólo a través de la experiencia de este amor, que ya antes nos ha dado Dios. El culto del amor que se hace visible en el misterio de la Cruz, eficazmente presente en toda celebración eucarística, constituye por tanto el fundamento para que podamos transformarnos en personas capaces de amar y de entregarnos. Este abrirse a la voluntad de Dios debe renovarse en todo momento, ya que también dice Benedicto XVI, "el amor no está nunca acabado y completo".
La mirada de fe y de confianza hacia el costado traspasado por la lanza, donde resplandece la inagotable voluntad de salvación por parte de Dios, no se puede considerar una forma pasajera de culto o una devoción menor o poco valiosa: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del "corazón traspasado" su expresión histórico-devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios. Vivámosla, digamos continuamente en este mes, "¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!" y descubriremos que la vida, las penas y sufrimientos, los momentos de soledad o de dificultad... se vuelven diferentes. Con el amor de Jesucristo, ¡lo podemos todo!