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Domingo XI Tiempo Ordinario

Sun, 18 Jun 2023 12:49:00
 

CAMINEO.INFO.-

Queridos hermanos y hermanas,

 

Somos llamados a ser otro Jesús. Somos llamados a pensar como Jesús, sentir como Jesús, actuar como Jesús. Y este evangelio nos da importantes lecciones, gracias, para poderlo hacer.

 

Primero, Jesús mira la realidad: “Viendo a la muchedumbre, se enterneció de compasión por ella, porque estaban fatigados y decaídos como ovejas sin pastor”. Hemos de aprender a mirar como mira Jesús. Y si miramos la sociedad hemos de saber ver lo que Jesús ve. La gente sigue cansada y sin esperanza.

 

Hemos de saber mirar, porque nos podemos conformar con un mirar superficial, donde los que nos rodean parecen felices. Es preciso pedir la gracia de ver como ve Jesús. “Jesús ¿y tu cómo ves este amigo, este familiar, este vecino? ¿Está bien? ¿O  está cansado y sin esperanza?

 

La segunda cosa que hace Jesús es invitar a rezar. ¡Qué bonito! Jesús ve la situación complicada del mundo, y lo primero que nos indica que es necesario hacer es llevarlo a la plegaria. “Rogad, pues, al dueño…” Ha de ser también  nuestra actitud.

Aquello que nos pasa en nuestra vida ¿lo llevamos a la oración? ¿Rezamos con nuestra vida? ¿O  vida y oración son caminos paralelos, que casi nunca se tocan? ¿Hacemos una plegaria encarnada con nuestra situación real?

 

Jesús en el evangelio, a parte del Padrenuestro, sólo  dice dos cosas concretas por las que rezar: lo que hoy nos dice y que le pidamos el Espíritu Santo al Padre. Por tanto, hemos de obedecer a Jesús que nos dice “Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Esta petición tendría que formar parte de  nuestra oración diaria. Siempre. No una temporadita...

 

Hace unas semanas se encontraron los obispos de Cataluña. Hubo un momento donde dijeron los candidatos a entrar en el seminario que tenían para el próximo curso: ¡¡ninguno!! Por primera vez en no sé cuantos años pasa esto. En toda Cataluña no tenemos ningún candidato a entrar en ningún seminario el próximo curso.

 

Quizás es, en parte, porque nosotros no hemos seguido la enseñanza de Jesús, la petición, el imperativo de Jesús “¡Pedid!”

 

Y la petición de Jesús nos interpela también a nosotros en el sentido de si ¿somos o no trabajadores de la viña? Estamos rezando para que envíe trabajadores a la viña, y nosotros ¿ya estamos trabajando en ella?

 

Citando la Christifideles Laici: Decía San Gregorio el Magno: “Fijaos en vuestro modo de vivir, queridísimos hermanos, y comprobad si ya sois obreros del Señor. Examine cada uno lo que hace y considere si trabaja en la viña del Señor.”

 

Nos ha de preocupar que no conozcan a Cristo. Jesús, dice el evangelio “se compadeció”. Si hemos de tener los mismos sentimientos de Cristo, también nosotros nos hemos de compadecer, compasión, “pasión con”. Hacer nuestro el sufrimiento del otro, y ello nos lleva a actuar. ¡Ineludiblemente!

 

Recuerdo una frase del Cardenal Ricard María Carles, que ya cité en algún tema o resonancia: “No os preguntéis si a la gente le interesa o no le interesa que le habléis de Dios, los santos tienen necesidad de hablar de lo mejor que llevan dentro”.

 

 

Alguna cosa falla si no sabemos transmitir toda la belleza que hay en Cristo.         


Somos llamados a compartir lo que llevamos dentro, y a hacerlo con ilusión y con esperanza de que Dios actúa a través nuestro. Sin ilusión no se puede evangelizar. Dios confía en nosotros para cambiar el mundo, nos ha hecho necesarios para la salvación del mundo.

 

“El día que yo no arda en amor, alguien morirá de frío”, decía el poeta.

 

Jesús mira la realidad. Jesús nos invita a rezar esa realidad. Jesús se compadece y Jesús llama a los doce. Y cada vez que leemos un texto donde Jesús llama, somos nosotros los que nos sentimos llamados. La Palabra de Dios es performativa, produce lo que dice, y si Jesús llama no lo hace a los doce, eso ya pasó, Jesús nos llama ahora a nosotros.

 

Sentirnos llamados, ¡es esencial! ¡Llamados por nuestro nombre! Él nos conoce personalmente. No somos uno más, dentro de una multitud inmensa. Nos conoce, nos ama, nos llama.

 

Y al llamarnos nos da poder: “Jesús, llamando a sus discípulos, les dio poder”. Evangelizamos movidos por el convencimiento de que lo hacemos movidos por el poder de Dios. Evangelizar no es una cosa mía, que yo hago porque soy un “motivado”. Es una acción de Dios en mí. Y eso requiere interiorización.  









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