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XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

Sat, 10 Oct 2015 22:14:00
 

CAMINEO.INFO.-

SABIDURÍA 7, 7-11
SALMO 89
HEBREOS
4, 12-13
MARCOS
10,17-30

El tema de hoy no son riquezas sí o riquezas no. La propuesta que nos hace Jesús en el evangelio de hoy, es a seguirlo por encima de todo, a hacer un seguimiento incondicional. A no poner nada por encima de Cristo, a estar dispuestos a todo por tal de seguirlo. Y las riquezas aparecen hoy, y en muchos otros evangelios, como toque de alerta y obstaculo para nuestro seguimiento.

De toques de alerta de Jesús tan contundentes “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!” “Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”, y de toques de alerta de Jesús tan reiterativos con el peligro de las riquezas, es necesario que tomemos todos, buena nota.

Todos, es todos. Quizás, cuando se habla de ricos y riquezas, pienses que no va por ti, y las palabras de Jesús también se dirigen a ti y a mí. Todos tenemos riquezas que podrían estar al servicio de los pobres... Todos nos hemos de sentir interpelados por las Palabras de Jesús.

He dicho “es necesario que tomemos todos, buena nota”. Con esto quiero decir que nuestro seguimiento se va formando, conformando, en contacto con la Palabra de Dios. “La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante…” Que quiere decir que penetra en nuestro interior, que toca nuestros corazones, que nos ilumina por dentro. Así tendría que ser. Este contacto con la palabra nos ayuda a seguir a Cristo, incondicionalmente, a no poner nada por encima de Él, a estar dispuesto a todo para seguirlo. Hoy, por primera vez, hemos hecho estas moniciones y estos silencios para ayudar a la Palabra a que encuentre un corazón dispuesto, abierto, permeable.

Y, entonces, sea la Palabra de Dios, o sea, Dios mismo, quien guía tu vida.

Y, un día, quizás, sentirás que Dios te dice “vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres”, o que te dice “deja este trabajo tan bueno y tan bien pagado y dedícate a servir a los demás”, o que te dice “deja de ver a esta persona que te perjudica”,... Yo no sé que nos dirá a cada uno... pero, seguro que nos está llamando a seguirlo incondicionalmente, a que Él esté por encima de todo.
Vale la pena recordar el caso de San Antonio Abad: era un joven hijo de unos payeses muy ricos, cuando tenía dieciocho años, sus padres murieron y heredó toda la fortuna. Tenía una hermana más pequeña que estaba a su cargo. No habían pasado seis meses de la muerte de sus padres que entra en una iglesia en la que se decía: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”.

A Antonio estas palabras se le clavan en el corazón, parece como si hubieran estado hechas expresamente para él. Así que fue meditando estas palabras hasta que un día, poco después, decidió venderlo todo: casas, campos, muebles, animales, etc.,... y lo dio a los pobres. Sólo se guardó una pequeña parte de dinero, pensando en su hermana.

Otro domingo en la Iglesia se leyó en el evangelio, aquel pasaje que dice: “No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos?, qué beberemos o qué vestiremos?”.... Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”. Al oír estas palabras que Jesús le dirigía, vendió todo lo que le quedaba e hizo que unas monjas cuidasen a su hermana y él marchó al desierto.
Yo no puedo decir qué has de vender. ¡Cristo sí! Yo no puedo decir qué has de hacer con el piso vacío que tienes. ¡Cristo sí! Yo no puedo decirte quién ha de ser tu heredero. ¡Cristo sí!

Y si somos dóciles a la palabra y el guía nuestras vidas, el ciento por uno, en la vida “vida presente” “y en el mundo futuro, la vida eterna.”








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