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¡Qué sabia! ¡Y qué luminosa es la liturgia!... En este
primer Domingo que celebramos en el Tiempo Ordinario, en la primera lectura la idea/frase central es: “Habla, Señor,
que tu siervo te escucha”.
Primer Domingo,
primera lectura: “Habla, que tu siervo te escucha”. De esto trata la
vida cristiana: de escuchar a Dios y de seguir sus indicaciones. El famoso
“Shemà Israel” = escucha Israel.
Deberíamos procurar que
en nuestra oración personal siempre tuviéramos algún momento donde decimos: “Habla,
que tu siervo...” y después hacemos silencio...
No pocas veces me ha
pasado con personas, a las que acompaño espiritualmente, que estamos hablando
de la oración y les pregunto: “¿Y en tu oración hay momentos de silencio?” Y me
dicen: “¡No!” Y ellos mismos se dan cuenta de que esto no cuadra. En nuestra
oración ha de haber silencio, que no es un silencio de estar callado y ya está.
Es un silencio de escucha “tu siervo te escucha”.
¿Y Dios habla? ¡¡Y
tanto que habla!! Y si no escuchas nada, no pasa nada, continúa haciendo
silencio. Y el Señor premiará tu fidelidad dándote una palabra.
En línea con todo
esto iba la respuesta del salmo: ”Aquí
estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Éste ha de ser nuestro deseo, como fue el deseo de Jesús: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha
enviado y cumplir su obra”.
Una anécdota: Al Padre Pío una señora le manifiesta sus dudas sobre lo que
le pide Dios, dudas entre optar por la
vida matrimonial o consagrada. Y el Padre Pío al final de su explicación le
dice que se trata de optar entre el Tabor y el Calvario. Semanas después vuelve
la señora y le dice: “He optado por la vida matrimonial, por el Tabor”. Y el
Padre Pío le dice: “No señora, usted ha optado por el Calvario”.
Bromas a
parte, hemos de sentir pasión por descubrir la voluntad del Padre en cada
momento de nuestra vida.
Yo sé que esto nos
cae un poco lejos. En nuestro ADN católico, esto no está. Nos enseñaron que ser
cristianos era ir a misa, ser buenos, y saber un poco de doctrina. Hay quien
todavía funciona con estas ideas.
¿Y sabéis cuál es la
mala noticia?. Que este ADN no es el auténtico ADN de Cristo. Lo que Cristo nos
ha venido a comunicar es mucho más que “ser buenos, ir a misa y saber cosas de
Dios”. Lo que Cristo nos ha venido a traer, como decíamos domingo pasado, es
una vida nueva, fundamentada en el Espíritu Santo, una vida movida por el
Espíritu Santo.
A ver si pasáis “la
prueba del algodón” de todo esto que estoy diciendo: ¿cuántas veces habéis
rezado diciendo: “Habla, que tu siervo te escucha” o “Dios mio, quiero hacer tu voluntad?
¿Cuántas veces?
Si ser cristiano es
“ir a misa, ser bueno, y saber cosas de Dios”. No hace falta rezar con estas
expresiones...
El Evangelio de hoy
ilumina todo esto que estoy diciendo. El Evangelista Juan relata el primer
encuentro de los discípulos con Jesús. Estuvieron toda la tarde con él. Fue un
momento tan crucial que Juan recuerda que “serían las cuatro de la tarde”.
El fundamento del seguimiento de Jesús es un encuentro personal con él. No se
encuentran con unas normas, unos mandamientos, o unas enseñanzas morales, se
encuentran con una persona. Y en este encuentro él nos comunica su ADN, que es
el Espíritu Santo.
En este encuentro,
en Jesús podemos observar cuatro momentos bien diferentes:
1) Un primer momento
es “la señal”: Andrés recibe la indicación de Juan el Bautista: “Éste es el
Cordero de Dios”. Su dedo señala a Jesús. Nuestra vida ha de gritar que
Jesús está vivo, es luz, es verdad... Entonces, nosotros seremos como el dedo
de San Juan Bautista.
2) Un segundo
momento es la mirada interior, la reflexión: La primera palabra que Jesús
dirige a los discípulos en el Evangelio de Juan no es una afirmación, ni una
enseñanza, ni un consejo moral, es una pregunta: “¿Qué buscáis?” Jesús
con esta pregunta, que la hace a ellos y nos la hace a nosotros, nos quiere
remitir al fondo de nuestro corazón. Esta pregunta nos obliga a mirar nuestro
interior. Jesús quiere que todo lo que pasará después, la experiencia que los
discípulos vivirán con Jesús, parta de esta experiencia previa: mirar el
interior y responder: ¿Qué busco? Esto también da pistas de cómo evangelizar.
3) El momento de la experiencia: Jesús les dice: “Venid
y lo veréis”. ¡Qué valentía! Jesús los remite a que estén con él y decidan... Pienso
que nuestro cristianismo le falta experiencia de encuentro con Jesús.
Hoy Jesús nos invita
a todos a pasar la tarde con él. Hoy te dice:
“Ven y lo verás”. No rechacemos su invitación.
4) El momento de comunicar la experiencia de
Dios: Después de estar con Jesús, después de esta experiencia de relación,
Andrés podrá decir a su hermano Pedro: “Hemos encontrado al Mesías”, y
la experiencia había sido bastante fuerte para convencer a Pedro, que no era
fácil de convencer.
¿Nosotros podemos
decir como Andrés?: “Hemos encontrado al Mesías”. Es necesario que nosotros
podamos decir como San Juan evangelista: “lo que hemos visto y oído, os lo
anunciamos a vosotros”. Que así
sea...