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Antes de entrar en el tema de este evangelio vale
la pena destacar un hecho que a nosotros nos puede pasar desapercibido: Jesús
se pone por encima de Moisés. Jesús dice: "Moisés escribió esta
prescripción ... Pero al principio". Expresión "al principio", que
nos remiten a la intención original del Creador
Este ponerse por encima de Moisés y esta
expresión "al principio", los podríamos considerar con dos pequeños
signos que apuntan hacia la divinidad de Jesús.
¿Por qué digo esto? De la existencia histórica de Jesús, nadie con un poco de
formación pone en duda. De que el mensaje de Jesús es un mensaje que hace luz
en nuestras vidas, nadie que lea el Evangelio puede dudar.
Donde sí puede haber dudas es identidad de Jesús como Hijo de Dios ... Y la
identidad de Jesús es un tema crucial para entender y vivir el cristianismo.
Por eso, me gusta destacar aquellos pequeños
signos que hacen razonable, creíble, que apuntan en esta dirección.
Hecha esta introducción afrontar el tema del evangelio y de la primera lectura.
Dice Jesús: "Lo que Dios ha unido, el hombre no lo separe". Es el
tema de la indisolubilidad del matrimonio. No está demasiado de moda.
Hace unos meses estuve en una conferencia de la persona que lleva el SADOF
(Servicio de Acogida Matrimonial y de Orientación Familiar) del arzobispado de
Barcelona. Decía que en los conflictos de pareja lo que más ayudaba a que el
matrimonio tiras adelante y superas dificultades, era creía en la
indisolubilidad del matrimonio.
Decía que este era el motor que ayudaba a buscar y buscar soluciones.
La indisolubilidad del matrimonio no debe verse como una exigencia que nos
viene del exterior, una norma, sino como una exigencia propia de la naturaleza
humana y de la naturaleza del amor. No es un invento de la Iglesia.
Aunque hoy en día estamos rodeados de tanto fracaso matrimonial, nosotros
creemos y afirmamos que el ser humano es capaz de amar en serio,
verdaderamente, de comprometerse de por vida. ¡Lo vemos en Jesucristo! Y que
esto ¡es un bien!, no una losa que agobia a los matrimonios.
En la Universidad Autónoma, cuando estaba en el SAFOR, iba al bar y allí tenía
conversaciones con jóvenes no creyentes, y descubrí algo que me sorprendió:
jóvenes que no tenían ningún deseo de casarse, ni de formar una familia.
¿De dónde nace esto? De la cultura del yo, del
individualismo, de buscarse uno mismo, de la idea de que lo que nos hace
felices es el placer, de no descubrir la riqueza del otro, etc.
Hoy en día cada vez hay más psicólogos que siguen la idea (el mantra): "Haz
lo que sientes y no te sientas culpable". ¡Tremendo!.
Con todo esto en la mochila las persona no puede amar verdaderamente y se acaba
rompiendo. Actualmente el motivo más grande de bajas laborales son enfermedades
psicológicas. Las pastillas más vendidas son los tranquilizantes y
ansiolíticos. Con ciertas ideas en la cabeza la persona de derrumba.
Con los grupos de adolescentes hago una dinámica donde les pregunto: "si
pudieras hacer una pregunta a Dios, sólo una, ¿qué pregunta le harías?".
Muchas veces ha salido la pregunta que yo espero: "¿Qué hago yo en este
mundo?" (Es una pregunta muy de adolescente)
Y yo les digo: "Esta pregunta Jesús ya te la contestó:" La finalidad
de tu vida es aprender a amar ". Amar es un aprendizaje. Vale la pena que aprendamos
mucho porque nuestra felicidad será proporcional a nuestra capacidad de amar.
Jesús al hablar del "matrimonio para siempre" va en esta línea:
situar el matrimonio en el nivel del amor verdadero, de donación, de entrega,
sin caducidades.
Lo que pasa en muchas parejas que se rompen es que se casan con la idea de que
hay que "Conservar" el amor, lo que equivale a matarlo. En el
matrimonio ambos deben obsesionarse porque el amor crezca, deben obsesionarse
para hacer feliz al otro, pero cada día, no sólo los sábados.
De manera que el otro sea por uno mismo lo más importante: más importante que
los caprichos, que las aficiones, que el trabajo, más importante que la familia
que se deja atrás, más importante (si se pudiera hacer esta contraposición) que
los propios hijos.
¡Esto es aprender a amar! El otro es ¡el más importante !
Se aprende a amar amando.: Recuerdo una enseñanza muy bonita que recibí de un
hombre creyente que celebraba el 50 aniversario de casados. Me dijo, cuando me
casé decidí que cada día haría un gesto de amor hacia mi mujer. Y no he
fallado. Y también he enseñado a mis hijos ha hacer lo mismo hacia su madre.