¿ES DIFÍCIL CREER EN DIOS?

Conformarse, lamentarse o justificarse de no tener fe, es “tirar la toalla” sin iniciar la lucha. Me contaron de un moribundo que, al escuchar a la persona amiga que trataba de ayudarle a “dar el último paso”, exclamó: “¡Si yo tuviera tu fe!”.

La fe es la meta más reconfortante para vivir con sentido: todo tiene explicación, todo se acepta, todo se supera. Al cansancio, al dolor, a la enfermedad se le da el justo trato. Incluso en la muerte, la paz, la serenidad y la alegría predominan por encima de cualquier otro sentimiento. Así lo dejó escrito  para la posteridad una mujer de fe: “Ven muerte tan escondida que no te sienta venir, porque el placer de morir no me vuelva a dar la vida” (Santa Teresa de Jesús).

Dios no hace acepción de personas, todos estamos invitados a una vida eterna feliz: intelectuales y analfabetos, ricos y pobres, sanos y enfermos, jóvenes y viejos…De ahí que en la Iglesia Católica se canonice, tanto a los de origen humilde como: Santa Josefina Bakhita,- sudanesa, vendida como esclava-, San Juan Diego, -indio mexicano-,  San Ceferino -llamado “el Pelé”, español, primer gitano elevado a los altares-, como también a los intelectuales: Santo Tomás de Aquino -llamado Doctor Angélico, por la profundidad y claridad de su doctrina-, San Agustín -apasionado buscador de la verdad-, San Juan Pablo II –heroico cumplidor de su ministerio hasta la extenuación-. Sin olvidar a los niños y adolescentes: San Tarsicio, 13 años, San Domingo Savio, 14 años, Santa Maria Goretti, 12 años…

Buscar a Dios y encontrarlo debería convertirse en el esfuerzo más apasionante de nuestra vida. Sólo así lograríamos dar un resultado plenamente acertado a los pocos o muchos años que nos toque vivir. Y al contrario, dedicar la vida sólo a actividades pasajeras o accidentales hasta conseguir ser brillantes intelectuales de la Ciencia, las Letras, las Artes y/o conformarse con destacar en lo que se considera el máximo disfrute de la vida: salud, dinero y amor es insuficiente y claramente ridículo para la categoría humana.

¿Qué no me lo creo? El estudio de la Revelación -contenido en los libros sagrados que, además de ser históricos, gozan de la mayor seguridad de infalibilidad- y de los casi 21 siglos transcurridos desde el Nuevo Testamento -donde aparece Jesucristo, Salvador- y los transcurridos desde el Antiguo Testamento -donde se narra la Creación del universo- sin alterar su contenido, debería convencernos de la autenticidad de lo revelado en la Sagrada Escritura. La seriedad en la interpretación de las Escrituras por la Iglesia Católica, es también motivo fehaciente para no dudar de su enseñanza. ¿Qué sigo sin creer? Resumo lo dicho al principio de este artículo: BUSCAR Y ORAR PARA ENCONTRAR.

Transcribo frases de algunas personalidades sobre el tema:

• “No podría creer en un Dios al cual comprendiera”. Graham Green
• Un poco de ciencia aleja de Dios pero mucha ciencia devuelve a Él”.  Louis Pasteur
• “Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa”. Chesterton
• “Si no existiese Dios, tampoco existirían los ateos”. Chesterton
• “Es imposible gobernar rectamente el mundo sin Dios y sin la Biblia.- George Washington.
• “A falta de cualquier otra prueba, el dedo pulgar por sí solo me convence de la existencia de Dios”. Isaac Newton.