Corrección serena:

Me levanté un momento y advertí que en el baño dos primos atómicos en sus predios juveniles se afanaban en raparse las cabezas con ánimo intruso para ahorrarse los eurillos del pelado, o en mi opinión, por rebeldía insolente, al olvidarme de mis juveniles posturas o, mejor dicho, imposturas.

Me acordé de mi padre Manuel, que ya partió al cielo. Me corregía con la mirada. Era suficiente con su escrute. Casi no hablaba cuando corregía.  Tremendamente firme y sereno. Yo, en cambio, me encabrité contra los 'pibes' al caminar sobre la alfombra de pelos dispersos por los baños y pasillo. Efectivamente, la firmeza y la serenidad de mi padre a mí me imponía y me asía.

Me fui a su cuarto y me recosté en su lado habitual de la cama de matrimonio, su tálamo nupcial. Sentí en mi interior su guiño: ¡No pierdas los papeles! Los trasquilados que se han hecho en el pelo ellos mismos, en su atrevimiento e intrusismo, les avergonzará. Intentarán no ser vistos y te pedirán el dinero, ¡prepáralo ya!, para el arreglo debido. Ese itinerario vital ya es suficiente corrección.

La propia vida corrige. "En el camino el agua se torna en vino". No obstante, con los pies en el suelo, sígueles el rastro, por si caen. No te apresures a levantarlos, que se levanten solos; si no, ahí estarás como estuve siempre yo. La firmeza del hombre pasa siempre por reconocer su/s  debilidad/es y haciéndose fuerte con y en Dios.