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Portada:: Colaboraciones:: Maria Susana Ratero:: María, el sicomoro perfecto…

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CAMINEO.INFO.-




María, el sicomoro perfecto…

Wed, 05 Jan 2011 15:03:00
 

CAMINEO.INFO.- Hace varios domingos, se ha leído en la parroquia, el pasaje bíblico de Zaqueo (Lc 19, 1-10). Un hombre pecador, trepado a un árbol, para ver a Jesús. Recuerdo que a la salida de Misa, vuelvo a casa sin poder dejar de pensar en la figura de Zaqueo y su sicomoro… Algo quieres decirme, Madrecita, pero yo no entiendo…

Como nunca había visto yo un sicomoro, busco una foto, una descripción. Cuán grande es mi sorpresa, María, al descubrir que de ese árbol se dice que es “fácil de trepar y su madera es incorruptible”….

Es enorme la alegría de mi corazón, pues te descubro a ti, Madre, en lugar del sicomoro, extendiendo tus brazos, fáciles de alcanzar para quien te busca, y tu Corazón, infinitamente más incorruptible que la madera del sicomoro, tu Corazón eterno….

Pero mi alegría primera se va poniendo gris, pues pasan los días y no hallo un momento para poner en papel mi sencillo descubrimiento… Y me quejo, María…. me quejo…y mi queja continúa esta mañana, al salir del trabajo….”Si pudiese escribir ese relato…”. Y tu infinita Misericordia me alcanza, Madre, y me muestras caminando al lado de Zaqueo, y mi queja es la suya “Si pudiera verlo” dice él… y le sigo.

Hay mucha gente delante nuestro… Mi queja y la de Zaqueo son una sola. No hay espacio para poder acercarse a la calle. La gente y las cosas se interponen haciendo una verdadera muralla. Zaqueo ve las suyas, yo… yo veo las mías. Mis cosas, mi gente, mis horas ocupadas…

Seguimos caminando Zaqueo y yo. De repente, alzándose sobre las personas y las cosas, encontramos un sicomoro. Zaqueo comienza a treparse y yo… yo permanezco en el suelo, pues aún tengo demasiadas consideraciones…

-Sube- me dice Zaqueo estirando su mano- ¡vamos, sube que ya viene!…

- ¿Porque estás tan seguro de verlo desde allí?-pregunto, aun sabiendo la respuesta…

- Porque SÉ que va a pasar por aquí…

Y la certeza de Zaqueo me sacude el alma, su certeza lo lleva a no dudar. Y subo con él. Hay sitio para los dos. Y las ramas del sicomoro tienen, para mí, tu conocido perfume, María, y sus hojas se mueven como los pliegues de tu manto… ¡Bendita certeza de Zaqueo que lo llevó a buscar alturas nuevas!... Alcánzame, María, la certeza de Zaqueo, que nunca me falte la firme convicción de que Jesús siempre me verá, si estoy en tu Corazón…

Y el Maestro se va acercando. Hay muchas personas cerca de Él, muchos están a escasos centímetros, más cerca físicamente que Zaqueo y yo. Parece imposible que alcancemos a tocarlo desde aquí. Pero los milagros ocurren cuando la esperanza humana se retira y les deja espacio…. Entonces vemos a Jesús detenerse frente a nosotros. A Zaqueo y a mí nos dice lo mismo: “Baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.», y cada uno lo escucha desde su lugar, desde su realidad, desde su propia sed…

Y atino a nombrarte, Madre, y te encuentro junto a mí para explicarme lo que aun me falta comprender…

- Hija mía ¿Ves ahora porqué no tenías tiempo de escribir tu relato?

- Si, Madre, porque aún no había entendido la enseñanza más profunda.

- Así es, querida mía. Cada vez que sientas que tu realidad te impide acercarte a Jesús, que las ocupaciones, las obligaciones, el escaso tiempo de que dispones, son una muralla entre tú y Él, búscame… como Zaqueo buscó a ese sicomoro. Búscame y trépate a mi Corazón, con la certeza de que Jesús “va a pasar por aquí”

- Es cierto, Madre, aun en medio de tanta gente, era imposible que Jesús no viese a Zaqueo…

- De la misma manera, hijita, es imposible que Jesús no te vea si estas en mi Corazón. Cuando creas que la cantidad de cosas que tienes enfrente son tantas que hacen imposible ese tiempo de oración… Cuando veas que no llegas con los tiempos y sientas que aun te falta mucho por hacer…. Cuando no puedas ver la grandeza de las pequeñas cosas de cada día, que son camino de santidad… Cuando tu alma ya no halle caminos ¡Búscame hija!, que como aquel sicomoro, te elevare y llevare tu alma a esas alturas donde es imposible que Jesús no te vea….

Y me abrazas, Madre, y me quedo largo rato con mi cabeza apoyada en tu hombro, con el alma asombrada y tranquila…

Y la palabra “gracias” se me hace pequeñita para expresar lo que siento. Gracias Madre por tan profunda enseñanza. Gracias Madre por estar allí, siempre. Tan firme como el sicomoro de Zaqueo, tan real y cierta. Tan fácil de “trepar” y tan eterna.

Ahora sí puedo escribir el relato… y lo escribo para mí y para ti, amigo mío que lees estas líneas. Lo escribo para hablarte de un Sicomoro eterno que estira sus ramas hasta tu corazón. Un Sicomoro perfecto que está más cerca de ti de lo que imaginas… un Sicomoro para que tu corazón se trepe aun en medio de las dificultades, el dolor y la pena… teniendo la plenísima certeza de que Jesús “va a pasar por allí”







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