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A Jesús hoy le pasa una cosa
que nos ha pasado a todos... A todos nos
ha pasado que un día, o varios, por exceso de trabajo no hemos podido comer, o lo
hemos hecho a las cinco de la tarde. Pues, hoy, Jesús igual. ¡¡No tiene tiempo
ni de comer!! “…se volvió a juntar la
muchedumbre, tanto que no podían ni comer”.
El día que nos quedamos sin comer,
pensemos “A Jesús también le pasaba, ¡no pasa nada!”. Cuando tengamos días llenos
de actividades, cuando tengamos días acelerados, días que nos desbordan, pidamos
ayuda a Jesús, que lo podamos vivir en paz. Él nunca perdía la paz.
Este hecho, que podría parecer
anecdótico, no lo es... y nos permite descubrir un Jesús totalmente entregado a
su tarea, absorbido por su trabajo misionero. Es un hombre que se da del todo,
“comido” por la gente. No tener tiempo ni de comer es significativo... El motor
de su activismo es el amor. Lo mueve el amor, su deseo de que reciban la buena
nueva que cambia las vidas.
Nos hace bien contemplar a
Jesús así. Y recordar que a pesar de tener tanto para hacer, siempre miraba de encontrar
espacios de oración, de diálogo con el Padre. Hagamos nosotros lo mismo por muchas
actividades que tengamos.
Lo que es esencial es que aquello
que es esencial, continúe siendo esencial. ¡¡Y rezar es esencial!!
Segunda idea. ¿Quién no ha tenido
dudas? ¿Quién no ha dudado nunca de Jesús? ¿Quién no se ha preguntado quién es
realmente Jesús? ¿Quién no se ha sentido desconcertado ante lo que hacía o lo
que decía? Pienso que una contemplación que hoy es necesario hacer es la de
Jesús incomprendido: sus familiares piensan que ha perdido el juicio, los maestros
de la ley que está poseído por el rey de los demonios.
Contemplemos este misterio, siempre
actual: Jesús rechazado, Jesús desconocido, Jesús ignorado, Jesús no escuchado,
Jesús no seguido, Jesús no entendido... También por nosotros... es el misterio
de rehusar o de no aceptar del todo a Jesús, a Él que es la vida... qué gran
misterio... Hemos de pedirle, desde lo íntimo de nuestro corazón que no nos pase
a nosotros...
Ante estas dos incomprensiones/rechazos,
Jesús clarifica:
1. A los maestros de la ley,
de una manera sencilla y rigurosa, les muestra que lo que dicen no tiene sentido.
Si Satanás luchara contra Satanás, Satanás no duraría mucho tiempo.
Después
con la parábola de guerrero valiente nos habla de lo que precisamente ha venido
a hacer: luchar contra el mal.
Esta
parábola nos habla de un combate. Para dominar un guerrero valiente, hace falta
un guerrero más valiente que él. El guerrero valiente es Satanás, que es vencido
por el guerrero más valiente: Jesús. Jesús nos habla de un combate entre el bien
y el mal. Y él sale vencedor del combate y los que le siguen también saldrán
vencedores de este combate.
No son
pocas las veces que Jesús habla de combate, de lucha. Es que nos hemos de dar
cuenta que Jesús llevó a término un combate contra las fuerzas del mal. Un
combate que también nosotros estamos llamados a tener. ¿Quizás el mal ha avanzado
tanto porqué nosotros no hemos tenido esta idea de combate? Hay bien, hay mal,
hay una lucha... Démonos cuenta. La famosa meditación de las dos banderas de
san Ignacio de Loyola lo que pretende es esto: ¡¡activarnos a luchar bajo la
bandera de Cristo en contra del mal!!
2. La incomprensión de su familia,
incluida María. María no queda bien en esta escena del evangelio. Descubrimos
un signo más de que los evangelistas buscan recuperar la historia de lo que pasó.
Los evangelios no son fruto
de la imaginación de nadie. Lo que buscamos es recuperar la historia de lo
que pasó... Y si María y sus parientes no entendieron lo que Jesús hacía
en sus inicios de la vida pública, pues, lo dicen y ya está. Porque su
pretensión no es inventar una historia bonita sino recuperar lo que pasó.
I Jesús esta incomprensión la
ilumina diciendo: “He aquí a mi madre y a
mis hermanos. Quien hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana
y mi madre”.
A María le debían dar la respuesta
de Jesús y ella debía quedar tranquila... “Lo que está haciendo es cumplir la
voluntad de Dios...”.
Jesús sitúa por encima de los
lazos de sangre, los lazos, los vínculos espirituales. La familia de Dios, la
familia del espíritu, por encima de la familia carnal. La vida religiosa es un
ejemplo de esto...
Resumiendo, hemos contemplado
a Jesús absorbido por su tarea, que nos ilumine nuestros desbordamientos. Hemos
contemplado a Jesús incomprendido, pidámosle que nos ayude a entenderlo mejor. Y
hemos escuchado a Jesús hablando de la lucha entre el bien y el mal, pongámonos
bajo su bandera con actitud de lucha. Amén.