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VIII Domingo del Tiempo Ordinario

Sun, 03 Mar 2019 21:53:00
 

CAMINEO.INFO “¿Por qué ves la brizna en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga en el tuyo?”

 

“¿Por qué miras al otro con esta mirada inquisidora, que juzga, que quiere encontrar defectos (la brizna), cuando tú estás lleno de defectos y de pecados?”

 

Palabras que nos hacen bajar la cabeza… y reconocer que lo hacemos… que caemos... que juzgamos y criticamos, ya sea de palabra o de pensamiento.

 

Jesús nos invita a tener una mirada benevolente porque nadie es perfecto, nadie lo puede hacer todo bien, el error nos acompañará siempre, todos tenemos puntos débiles, maneras de ser peculiares. Jesús nos invita a tener un mirar benevolente, porque nunca conocemos del todo las circunstancias del otro, porque la crítica, ya sea exterior o interior, no sirve de nada, no aporta nada, no construye, y perjudica al otro y a uno mismo... Mirar benevolente...

 

¡Pedir la gracia de no ver briznas en los demás y si las vemos que nos recuerden nuestras vigas! En las puertas de la Cuaresma, también podemos pedir la gracia de descubrir nuestras vigas.

 

La segunda gracia que nos quiere conceder Jesús es respecto los frutos. A veces, ha pasado que se ha menospreciado el tema de los frutos, lo que hacía falta era sembrar, lo que hacía falta era ser fiel, pero, los frutos no aparecían demasiado...

 

Las palabras de Jesús no van por este camino. Y Jesús habla bastante del tema de los frutos:

.   “Cada árbol se conoce por su fruto”,.

.   El pasaje de la higuera que Jesús maldice porque no da frutos.

.   “Yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”. (Jn 15,16)

.   “En esto será glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto”. (Jn 15,8)

.   Parábola de los talentos, donde los administradores son llamados a dar fruto, a hacer trabajar los dones recibidos.

 

Hasta cincuenta y cinco veces aparece la palabra “fruto” o derivados, en el Nuevo Testamento.

¿Por qué Jesús insiste tanto? Porque es al traducir nuestra fe a la vida, a dar fruto, que nuestra fe se hace viva. La fe sin obras es una fe muerta. Dios nos exige el fruto porque dándolo allí encontramos la vida auténtica. Como que la fe sin frutos, sin obras, es una fe muerta, Jesús nos exige con vehemencia la necesidad de dar frutos.

 

Jesús con estas palabras parece que nos lance la pregunta: “¿Qué frutos estás dando?” En nuestra plegaria personal preguntémonoslo: ¿Qué frutos estoy dando?

 

Respondamos a la luz de Mt 25, juicio final, las obras de misericordia, o a la luz del gran envío“... haced discípulos míos...” (Mt 28, 20)

 

Si en la plegaria al preguntarnos ¿Qué frutos estamos dando? vemos poca cosa... no nos inquietemos, que Jesús no nos quiere desasosegados. Entonces, hagamos diálogo con Jesús a partir del tema de los frutos: ¿Dónde puedo dar fruto? ¿Cómo puedo dar fruto? Y en esta situación delicada... ¿qué quiere decir  dar fruto? Es un tema bonito para dialogar con  Jesús... Él que nos dice que “cada árbol se conoce por su fruto”.

Y en este diálogo Jesús nos mostrará en qué aspectos podemos dar fruto, dónde hacerlo, cómo hacerlo,... Y la plegaria nos llevará a entender que sin él nada no podemos... y que todo es una gracia que hemos de pedir... y que cuando intentemos alguna cosa, él será con nosotros, ayudando, iluminando, animando...

 

Jesús acaba su exhortación diciendo: “...pues de la abundancia del corazón habla la lengua”. Si Jesús está en nuestro corazón, él mana por nuestra boca. Y lo hace de una manera natural, o mejor dicho sobrenatural. No es natural hablar de Jesús en  nuestra sociedad, sino una cosa muy sobrenatural...

 

Si Él está, en nuestro corazón, de una manera intensa, entonces, él desborda del corazón y mana por nuestros labios...

 

Es como cuando llenamos el vaso de agua, llega un momento que vierte. Un poco de agua no vierte, cuando hay mucha, sí que vierte.

 

No hace falta que sólo Jesús esté..., hace falta que esté muy presente... tanto, que mane espontáneamente de nuestros labios... Pidámosle que se haga más presente en nuestros corazones. Amén.







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